|V E I N T I O C H O|

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CAPITULO 28: ¿La decisión más acertada?

Desde siempre había sido claro que Alexandra Addamiani se preocupaba por los que más amaba, era tan dulce y atenta a tal grado de dar todo de sí misma para asegurar la felicidad de sus seres más queridos. Y después de escuchar su charla con mi hermana, me preocupó que yo le importase tanto como para poner mi felicidad por encima de la de ella.

Sabía que su sueño era ir a Clermont y, aun así, después de haber sido aceptada entre tantos aspirantes, estaba dispuesta a atrasar su ida a la universidad de sus sueños solo por mí, solo para asegurarse de que yo estuviese completamente bien.

Era una idea absurda.

Los distintos pensamientos que habían estado atormentándome continuaban rondando por mi mente, pero luego de mi sesión de emergencia con la doctora Acosta, las ideas comenzaban a mostrarse cada vez más claras, y tenía miedo de lo que eso significaba.

Tal como había temido, la doctora Acosta me confirmó que sufría de algo llamado ansiedad generalizada, ya que el sobre pensar constantemente en el rumbo que tomaría mi relación con Alexandra en cuanto ella se marchara a la universidad me tenía inquieta, robándome el sueño y la poca concentración que podía prestar a mis actividades del día a día.

Evidentemente, Lex no sabía nada acerca de mi nuevo diagnóstico, a pesar de que nuestra relación era la principal causa de mi inquietud aun no hallaba el momento de hablar con ella.

Entre toda la nubosidad gris en mi mente, lo único que tenía más que claro era que debía impedir que mi novia atrasara su ida a la universidad.

Después de todo por lo que había pasado, Alexandra se merecía todo lo bueno del mundo, merecía poder brillar sin que nada la opacara y ser tan feliz como le fuera posible. Cumplir sus sueños y metas en la vida, alejarse de todo para poder volver a iniciar desde cero en un ambiente mucho menos tóxico a comparación de como lo era nuestra ciudad.

Y yo no iba a quitarle aquello.

Solo quería que ella fuera inmensamente feliz, pues alegraba mis días simplemente con existir. Al escuchar su risa me desconectaba inevitablemente de la realidad para tan solo concentrarme en ella, y últimamente, el sonido de su risa era el que menos solía escuchar de ella.

Después de mis sesiones con la doctora Acosta y luego de meditarlo profundamente, me dolió darme cuenta de que, a pesar de mis muchos intentos por sanar, aún me encontraba rota por todo lo que había tenido que pasar, y probablemente lo estaría durante un tiempo más, porque sabía que la partida de Alexandra acabaría por romperme aún más.

Además, yo sabía que ella, siendo quien era para mí, no se merecía tan solo pequeños pedazos de mí, se merecía todo lo que alguna vez tuvimos, mismo que en aquel momento yo no podía brindarle, aunque lo intentase.

—¡Aprobé!

El grito de Max llamó nuestra atención.

Él se acercaba moviendo las caderas de un lado a otro con ritmo mientras agitaba la cabeza de manera alegre. Una vez estuvo frente a nosotros, pegó dos pequeños brincos mientras sostenía una hoja de papel frente a nuestros rostros.

—¿Hablas en serio? —cuestionó Dante, levantándose de su asiento junto a mí, arrebatándole la hoja de papel a nuestro amigo para observarla mejor antes de levantar su puño en el aire, celebrando y compartiendo la misma felicidad que Max.

—Creí que no lo lograrían... —murmuró Dan mientras envolvía sus brazos alrededor de Max, quien soltó un bufido al escucharlo.

—Es bueno saber que nuestro mejor amigo tiene tanta fe en nosotros —respondió, dándome una mirada de reojo mientras palmeaba la espalda de Dan.

The Forever IMPERFECTS [#2]Where stories live. Discover now