Capítulo 31: Hasta que ya no hubo nada.

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Narrador omnisciente.

Fue como si la vida y el tiempo se hubieran detenido por completo.

Tres personas en el hospital, con otros llorando por ellos, con todos rezándole a cualquier Dios que eso no fuera real o que los salvaran.

La primera persona, en el área de pediatría, tras haberse sido reanimada cuando su corazón se detuvo por completo solo unos días después de su trasplante de médula.

La segunda persona, en cardiología. Afortunadamente para él, inconsciente por lo que se conoce como Síndrome de corazón roto.

Después de todo, Phoebe no cumplió su promesa y ella si lo rompió, aunque nunca quiso hacerlo.

Y, la tercera persona, por la que gritos resuenan en el hospital, fría y muerta en la camilla de la morgue con policías tomando evidencias y fotografías de su cuerpo desnudo, solo cubierto por una delgada sabana.

El impacto en todos los que la amaron era más que evidente. 

Ava corría de un lado al otro por todo el lugar, buscando que le informaran que sus dos hijos están bien y a la vez que alguien le dijera que en realidad esa no era su nuera muerta.

April gritaba con histeria en uno de los pasillos. Ella vio y reconoció el cuerpo deteriorado de su hija, tuvo que ser a través de un cristal debido al olor que desprendía, pues llevaba más de dos semanas sin vida.

Su corazón se rompía al recordar que la última vez que la vio discutieron, que ese día se levantó para hacerle el desayuno y disculparse por su insensiblidad cuando vio la nota que inicio todo. 

Más de un doctor o enfermero había intentado acercarse a ella y consolarla, pero no se los permitía. Está sumergida en su dolor y desesperación, tirada en piso, abrazándse a sí misma.

—Perdón, mi vida. Te amo, perdón por ser mala madre, perdón, perdón...—repite una y otra vez sin dejar de estremecerse por los sollozos y gritos que salen.

Incluso habían llamado al departamento de psiquiatría para que hablaran con ella, pero ni siquiera notaba a la gente a su alrededor. En su cabeza solo estaba la imagen de su hija con la piel verdosa, golpeada, y su cabello pelirrojo con sangre seca en él.

En el mismo pasillo del hospital, Peter se removía ansioso. También estaba triste, pero no sabía qué hacer. Ama a April y quiere darle consuelo, sin embargo, él mismo no lo encuentra.

Y eso no lo es todo, su cuerpo se estremece y tiembla, siente la necesidad de consumir un poco de marihuana, cocaína o inyectarse lo que sea que le ayude a sentirse mejor.

Por su mente no deja repetirse una y otra vez que debió abrazar a Phoebe esa noche cuando la dejó en casa, no solo gritarle lo que sentía. Se dice a sí mismo que es un padre de mierda.

Al final de mucho pensarlo, se pone de pie, limpia sus mejillas y marca el número de su contacto.

Solo será un poco de marihuana —se promete. 

De todos modos, ¿Qué importa ahora que la persona más importante en su vida no está?

Sin embargo, apenas termina de marcar todos los dígitos, una llamada de Marissa lo detiene.

¿Peter?—cuestiona ella en cuanto le responden, con la voz rota—. Dime que lo que dicen en los noticieros no es cierto, que tu hija no está muerta.

De alguna manera, el que se lo dijera de esa manera tan cruda, fue como un golpe de realidad. Las palabras cayeron sobre él como un balde de agua helada.

¿Y nuestro final feliz?Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt