EL BAILE DE NAVIDAD

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La torre de Gryffindor seguía casi tan llena como durante el trimestre, y parecía más pequeña, porque sus ocupantes armaban mucho más jaleo aquellos días. Fred y George habían cosechado un gran éxito con sus galletas de canarios, y durante los dos primeros días de vacaciones la gente iba dejando plumas por todas partes. No tuvo que pasar mucho tiempo, sin embargo, para que los de Gryffindor aprendieran a tratar con muchísima cautela cualquier cosa de comer que les ofrecieran los demás, por si había una galleta de canarios oculta.

En aquel momento nevaba copiosamente en el castillo y sus alrededores. El carruaje de Beauxbatons, de color azul claro, parecía una calabaza enorme, helada y cubierta de escarcha, junto a la cabaña de Hagrid, que a su lado era como una casita de chocolate con azúcar glasé por encima, en tanto que el barco de Durmstrang tenía las portillas heladas y los mástiles cubiertos de escarcha. Abajo, en las cocinas, los elfos domésticos se superaban a sí mismos con guisos calientes y sabrosos, y postres muy ricos.

El día de Navidad, Emily y su amigos se pasaron casi toda la mañana en la torre de Gryffindor, disfrutando de los regalos, y luego bajaron al Gran Comedor para tomar un magnífico almuerzo que incluyó al menos cien pavos y budines de Navidad, junto con montones de petardos sorpresa. Los hermanos de Emily se habían ido a casa, como la mayoría de los alumnos que no iban al baile.

Por la tarde salieron del castillo: la nieve se hallaba tal cual había caído, salvo por los caminos abiertos por los estudiantes de Durmstrang y Beauxbatons desde sus moradas al castillo. Todos participaron en la pelea de bolas de nieve.

Por la tarde todos volvieron al castillos para prepararse. No había cena de Navidad porque el baile incluía un banquete, Emily se preparó rápidamente, y salió para encontrarse con sus amigos.

El vestíbulo estaba abarrotado de estudiantes que se arremolinaban en espera de que dieran las ocho en punto, hora a la que se abrirían las puertas del Gran Comedor. Los que habían quedado con parejas pertenecientes a diferentes casas las buscaban entre la multitud.

_Regreso enseguida – dijo Emily antes de alejarse de sus amigos e ir al carruaje de Beauxbatons

Cuando Emily llego al carruaje pudo ver a Fleur salir, su túnica era de color gris plateado con un vestido del mismo color, se veía simplemente perfecta, Emily se quedó en blanco por unos segundos antes de reaccionar y tomar la mano de Fleur

_Wow... ese vestido te queda hermoso... digo, tu eres hermosa... lo que hace que no pueda dejar de mirarte – dije torpemente

_Gracias, tú también te ves hermosa – dijo Fleur robándome un beso

_Deberíamos irnos, los chicos nos están esperando y... quiero presumirles que tú eres mi cita – dije sonriendo

Regresamos al vestíbulo, antes de entrar pasamos por una especie de gruta llena de luces de colores. En realidad, eran cientos de pequeñas hadas: algunas posadas en los rosales que habían sido conjurados allí, y otras revoloteando sobre unas estatuas que parecían representar a Papá Noel con sus renos. Varios estudiantes y sus citas pasaban por la misma gruta con nosotras.

En el momento en que todos entraron los llamó la voz de la profesora McGonagall:

_ ¡Los campeones por aquí, por favor!

Aun sonriendo, avanzaron hasta McGonagall, ella les pidió que esperaran a un lado de la puerta mientras pasaban todos los demás: ellos entrarían en procesión en el Gran Comedor cuando el resto de los alumnos estuviera sentado.

Fleur y Emily estaban en su burbuja cuando escucharon exclamaciones de sorpresa a su lado.

_ ¿Quién es ella?

𝔾ℝ𝕀ℕ𝔻𝔼𝕃𝕎𝔸𝕃𝔻: 𝕊𝕌 𝕃𝔼𝔾𝔸𝔻𝕆Where stories live. Discover now