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Carter

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Carter.

Mi madre tiene suerte de tener una hermana maquilladora, porque me parece que no ha dormido ni una hora esta noche.

A las cinco de la mañana, le escribí un mensaje sin acordarme de qué hora era; sin duda, la emoción de tener el billete de Aiden en el ordenador me hizo perder la noción del tiempo. «Ya sé que te dije que podías quitar el sitio de Oliver en la mesa, pero ¿te importa si traigo a un amigo a la boda?». Al ver el reloj en la esquina superior derecha de la pantalla, pensé que la respuesta llegaría —si llegaba, pues mi madre iba a tener cosas más apremiantes que mirar el móvil— a las nueve o diez. No obstante, recibí una notificación tres minutos después: «Por mí genial, cielo, ya me lo presentarás».

Ahora, saliendo por la puerta del Aeropuerto Internacional de Chicago-O'Hare, pienso en lo extraño que es que vaya a presentar a Aiden a mi familia. Por más que me acompañe en calidad de amigo, mi madre no va a caer en esa mentira y una boda es una celebración algo íntima. Quizá también me choca lo mucho que me ha costado echar a Oliver de mi sistema y lo fácilmente que se ha colado Aiden en mi corazón. Es lo que mejor hace él, supongo. Colarse en las vidas de la gente esgrimiendo una sonrisa y guiñando un ojo.

Sin embargo, antes de conocer a los Davis, es hora de que le presente a Mia. La ubico entre las decenas de conductores asalariados de hoteles y taxistas que sujetan carteles con las manos. Ella nos recibe con algo mucho mejor que un cartel: un abrazo. Los famosos abrazos asfixiantes que he echado de menos a lo largo de este mes. Me saluda a mí primero.

—Carter, te odio muchísimo —dice, estrujándome—. No sabes lo largas que se me han hecho estas semanas. Pensaba que jamás volverías... y —deshace el abrazo para señalar inquisitivamente a Aiden— debes de ser el culpable.

Él se defiende sonriendo. En un milisegundo, Mia cambia su cara de acusación por su expresión de emoción absoluta y se lanza a los brazos de Aiden para saludarle.

—¡Por fin! —exclama—. Me estaba cansando de oír cosas fabulosas todo el día sobre ti y sobre tu culo. ¡Al fin nos conocemos! Déjame decirte, las fotos no te hacen justicia. —Por si acaso todavía no estaba lo suficientemente horrorizado, va Mia y añade—: Las tuyas, no las de tu culo... que no he visto en caso de que haya. La verdad, prefiero no saberlo.

Aiden se echa a reír. Mia tiene ese efecto.

—Encantado de conocerte, Mia.

—Igualmente, guapetón. Espero que hayas traído traje.

—Tengo uno en la maleta —dice Aiden—. Pero no puedo prometer que esté en condiciones para ponérmelo.

—Claro que sí, nada que no arregle una plancha. El que me preocupa es... —Se gira hacia mí y me asesina con la mirada—. Carter, te juro que pienso asesinarte como no tengas a mano un traje. Y no un traje cualquiera; tiene que ser uno que te quede tan bien que tenga que ir a buscar una fregona con urgencia para limpiar todas mis babas.

Off-shore | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora