70.

8.7K 1.2K 335
                                    

Aiden

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aiden.

Si anoche el parque tenía potencial para ser un hervidero de turistas, hoy cuadruplica su aforo máximo. El letrero exótico con el nombre de la cantante me hace sospechar que hay algo que me estoy perdiendo y, nada más hacer una búsqueda rápida de la artista en Google, descubro que fue una de las semifinalistas de la última edición de La Voz.

—Quizá deberíamos movernos hacia los laterales —sugiere Carter—. He podido proteger mi cóctel de los últimos seis empujones, pero no sé si es buena idea tentar a la suerte.

Asiento, deseoso de salir de aquí. Ha sido mala idea ponernos en primera fila, aunque, en nuestra defensa, cuando llegamos aquí no había casi gente. En cuestión de minutos, mientras hablaba con Carter, deben de haber llegado cientos de personas sin que nos percatáramos, las mismas que ahora se abren a base de codazos para conseguir un buen sitio.

—Perdona, ¿te importa no empujar, anormal? No te cueles —me espeta una chica claramente cabreada.

No sé por qué —lo más probable es que sea por el agobio, el calor que hace y las galas que tengo de salir de esta multitud en la que estamos atascados—, pero su insulto hace que mi paciencia desaparezca antes de que pueda pestañear.

—Vamos a ver, guapa —digo, con el tono más insufrible que consigo poner—, me parece que debes de haberte intoxicado al teñirte el pelo de ese rubio horrendo que, por cierto, no sé quién te ha dicho que te favorece. Si tuvieras alguna neurona operativa, te habrías dado cuenta de que estamos intentando ir hacia atrás, no hacia el escenario.

Hace un ademán de responder pero enmudece después de farfullar la primera sílaba. Mejor, porque no tengo tiempo para discutir. Al final, a falta de palabras, se mueve a la derecha para dejarnos salir y le regalo una sonrisa forzada.

—Madre mía —suelta Carter impresionado—, ¿de dónde ha salido esta energía destructiva? Tengo miedo.

—Perdón —digo sin poder reprimir la risa—. Me estresa estar encajado entre gente y no poder salir.

—Ya, creo que nos pasa a todos, pero... ¿ese rubio horrendo que por cierto no sé quién te ha dicho que te favorece? Me dicen eso y ya tengo cita en la peluquería para la próxima hora.

Reconozco que no ha sido mi momento más amable.

—Sí, puede que me haya pasado. Pero ya no vamos a volver al medio del meollo para pedir perdón.

Sólo me hace falta un minuto alejado del público para calmarme y volver a mi buen humor de antes. También puede ser porque Carter entrelaza sus dedos con los míos; deberían poner psicólogos a investigar el efecto que tiene ese pequeño acto, porque parece ser la cura de todos los males. Sonrío.

—¿De verdad será tan buena la artista como para que nos estemos pegando por verla? —pregunta.

—Ni idea, pero parece que nos hemos topado antes con sus fans acérrimos. Puede que sean sus mejores amigos, también te digo. Siempre he pensado que si fuera cantante, obligaría a mis conocidos a venir a mis conciertos para fingir que son seguidores incondicionales de mi música.

Off-shore | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora