Perseguirte

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Senku podía ser muchas cosas, pero no era el típico chico de preparatoria enloquecido por sus hormonas que solo pensaba en chicas. No, ni en diez billones de años. Él era un hombre de ciencia, esas cosas estaban por debajo de él.

A diferencia de sus compañeros de clase, no perseguía a ninguna de sus compañeras, y sobre todo no perseguía a la chica más perseguida de la preparatoria: Hizashi Kohaku. Incluso aunque desde hace un año fuera su vecina y amiga cercana, él no la perseguía.

Vivían en el mismo edificio, su departamento justo al lado del suyo. Ella vivía con su hermana mayor, quien trabajaba e iba a la universidad, pero desde que su hermana consiguió novio muchas veces se quedaba con él, dejando a Kohaku sola. Y fue por esos días en los que ella estaba sola que Senku descubrió que su habitación y la de Kohaku estaban pegadas, separadas por una delgada pared. Y fue por esa razón que descubrió que su amiga disfrutaba de masturbarse pensando en él.

La primera vez que lo escuchó, no pudo creerlo. Se quedó en shock un buen rato, pensando en buscar alguna forma de cubrirse los oídos, pero se quedó inmóvil, no hizo nada mientras escuchaba su voz agudizarse y quebrarse, balbuceando varias versiones casi ininteligibles de su nombre. Varios minutos después, se dio cuenta de que estaba teniendo una erección. Kohaku se calló, y él fue directo a darse una ducha fría, repitiéndose que eso fue solo una reacción natural de su cuerpo ante un estímulo auditivo demasiado sugerente que solo agitó ligeramente sus hormonas, pero eso no significaba que ella le gustara. Él no la perseguiría.

Al día siguiente, ambos actuaron como si nada en la escuela, y en la noche Senku volvió a escucharla gemir de forma escandalosa por él, y, por más que se negaba a reconocerlo, él volvió a endurecerse de tanto escucharla. Enterró el rostro en la almohada y gruñó un poco, negándose a llevar su mano hacia esa zona necesitada para saciar algo que no debería estar allí. Mientras seguía escuchándola, su cuerpo lo traicionó y empezó a embestir contra su propio colchón como el más patético de los pubertos, para luego rendirse y llevar su mano al lugar, empezando a masturbarse con fuerza.

Patético, sí, pero sería solo esa vez. Él no la perseguiría.

Claramente, no fue solo esa vez.

Cuando Kohaku se quedaba sola, ella saltaba a la acción, y Senku la esperaba con ansias.

Intentaba ahogar cada gemido patético contra la almohada, esperando que ella jamás lo escuchara, porque a pesar de que lograba despertar sus hormonas y sacarlas de sus tumbas de forma arrolladora, Senku nunca la perseguiría.

O eso pensó, hasta que Ruri tuvo una pelea con su novio y dejó de irse del departamento.

En un mes entero, Kohaku no tuvo oportunidad de estar sola, y Senku estaba desesperado. ¡Maldita sea! ¿Por qué Ruri no podía arreglar las cosas con el idiota de Chrome? Para colmo dicho idiota era su vice-presidente en el club de ciencias, y Senku no podía evitar mirarlo con odio cada día.

—¿Y a ti qué te pasa? ¿Kohaku te contagió su odio por mí? —le preguntó Chrome con cansancio—. Esa gorila no entiende que la del problema es Ruri, yo le dije que estaba bien si no quiere ir a Estados Unidos conmigo por la beca universitaria que me dieron, pero ella se sintió obligada y no quería alejarse de su hermana y todos y no importa cuánto le expliqué que no me molestaba una relación a distancia, ahora piensa que sí no va conmigo me estaría forzando a algo que no quiero y eso... —Mientras Chrome desvariaba sobre sus problemas, Senku empezó a pensar en un mundo perfecto donde Chrome se llevara a Ruri a otro país. Eso significaba que Kohaku estaría sola todos los días, y entonces...

—¿Y ahora en qué proyecto científico piensas? —preguntó otro miembro del club—. De nuevo estás babeando con la cara roja, debe ser algo importante.

One-shots SenHakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora