Capítulo 23

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CALIPSO

Percy y yo habíamos logrado seguirle el rastro a Mason y Annabeth. Habíamos realizado un largo recorrido desde el gimnasio hasta el último piso del internado, el lugar al cual supuestamente se habían estado dirigiendo los mencionados.

Percy tenía el ceño fruncido, estaba perplejo y confundido. No me malinterpreten, él confiaba ciegamente en Annabeth, se le notaba a simple vista, pero sabía que algo extraño estaba pasando, ¿Habría otro motivo por el que Annabeth estaría con Mason? De todos modos, yo estaba totalmente de acuerdo con Percy. Era obvio que Annabeth jamás nos traicionaría. 

Era algo impropio de su persona.

Estábamos a oscuras. Había una ventana pequeña en una de las paredes, pero a las justas entraban los rayos del sol. Habíamos tomado las escaleras que utilizaba el conserje para mobilizarse. Nos encontrábamos en el último piso. Nunca antes había estado aquí.

Continuamos siguiéndolos cautelosamente por un pasillo estrecho cuando Mason se detuvo frente a una puerta y le ordenó a Annabeth que hiciera lo mismo.

—Entra —mandó Mason.

Annabeth obedeció y Percy gruñó a mi costado.

—Ya sé lo que está haciendo. Hay que ir de una vez por todas a partirle la cara a ese...

Percy hizo el ademán de ir por Mason, pero lo detuve.

—No te precipites —susurré—. No se pueden dar cuenta que estamos aquí. Vamos a ver qué pasa, sígueme.

Me acerqué a la puerta y la abrí un poco silenciosamente. Había una habitación pequeña, pero ahí ya no se encontraban.

—No hay nadie —miré a Percy—. ¿Entramos?

Él se puso delante mío y entró primero. Rectificando lo que había dicho, no había nadie.

—¿Dónde se metieron? —susurró. La habitación estaba oscura. Las paredes eran terciopeladas, lo cual me pareció raro. Había algunos viejos cuadros y un par de muebles en mal estado—. Mira esta parte de la pared, ¿no es extraño?

Efectivamente, una parte del lado derecho de la pared terciopelada estaba un poco elevada. Nos acercamos lenta y silenciosamente para inspeccionarla.

—¡Por supuesto! Es una puerta. Entonces debe tener... —con mis manos palmeé la pared, buscando algo irregular—. ¡Aquí está! La perilla.

Era una puerta encubierta. Tiré de la perilla lentamente y abrí solo un poco la puerta. Tan solo una fina linea nos dejaba visualizar lo que estaba sucediendo adentro. Empezamos a escuchar voces.

—Mi señora, aquí está lo pedido —era la voz de Mason—. Annabeth Chase en persona.

Por lo poco que Percy y yo podíamos observar, se encontraban en una habitación enorme, casi del tamaño del gimnasio. Una tenue luz se filtraba por una ventana circular, parecida a una telaraña, por lo que se dificultaba ver. El espacio estaba lleno de muebles polvorientos y artefactos dañados. Mason y Annabeth se encontraban frente a la ventana circular. Annabeth estaba totalmente callada y Mason miraba hacia arriba, como si alguien lo estuviera viendo desde ahí.

—Vamos —susurró Percy.

Él entró lo más silenciosamente posible a la habitación, después hice lo mismo. Percy me indicó que nos escondiéramos detrás de un viejo armario polvoriento.

De pronto, una criatura descendió del techo delante de Mason y Annabeth. Era una araña gigante con seis patas enormes, pero la parte superior de su cuerpo era como la de una mujer. Siendo más específicos, su cara era la de la mujer que vivió hace mucho tiempo en la Antigua Grecia y desafió, a nada menos, que la diosa más vengativa del Olimpo.

Los Siete Grandes Semidioses (En revisión)Where stories live. Discover now