Capítulo 2

302 13 7
                                    

PIPER MCLEAN

No. Lo. Podía. Creer.

¡LEO ESTABA VIVO!

El estúpido de Leo estaba vivo.

Lo habíamos buscado con tanta desesperación. Y aquí estaba, arriba de nuestras cabezas, descendiendo al suelo con Festus y una chica desconocida.

Lo habíamos extrañado mucho. Demasiado. No había palabras para expresar cuanto.

Habíamos extrañado su terrible sentido del humor, sus malos planes, sus estúpidos juegos, su sonrisa confiada.

Habíamos extrañado todo de él.

Lágrimas resbalaron por mis mejillas. No las podía y no las quería evitar. Leo era como un hermano para mí, ese hermano pequeño insoportable que se hacía querer demasiado. Lo había extrañado un montón.

Cuando desmontó a Festus y bajó con su típica expresión alegre, no lo resistí más.

—¡Leo! —grite.

Corrí a abrazarlo y él me correspondió rápidamente. Lo estrujé entre mis brazos.

—Pipes, vas a asfixiarme. No querrás matarme acabando de regresar, ¿no?

Reí suavemente, pero luego la incertidumbre, desesperación, preocupación y noches sin dormir por su culpa volvieron a mí de golpe.

Me aparté de Leo y le di un golpazo en el hombro. Creo que uno de los más fuertes que he dado en toda mi vida.

—No vuelvas a hacer esto, ¿me oyes? Porque si lo vuelves hacer juro que te mataré, Valdez.

Él sonrió y lo volví a abrazar con fuerza. Jason se unió tras unos segundos.

—Eres un estúpido, Leo.

La voz de Jason estaba un poco tensa, como si se le fuese a romper en cualquier momento. Sus ojos azules estaban brillosos.

—Lo sé, amigo —respondió Leo, con una sonrisa divertida.

Luego Annabeth y Percy se unieron al abrazo. Lo habíamos extrañado tanto. No podíamos separarnos de él, o por lo menos yo.

—No me creo que estés aquí... —susurré entrecortadamente en su pecho.

Los campistas rompieron las líneas de ataque y defensa y prorrumpieron en vítores y aplausos.

—Siento que me han extrañado, ¿eh? Pero no se preocupen. He venido a alegrarles sus tristes vidas —habló Leo divertido. Una risa escapó de sus labios. Una gran sonrisa apareció en mi rostro al poder volver a escucharla.

—Cállate, Valdez. —Lo miré y besé su mejilla.

Después de unos minutos, nos separamos del abrazo. Algunos campistas se acercaron a Leo para saludarlo. Me sorbí la nariz y limpié las lágrimas de mi rostro.

—Te echamos de menos, Valdez —manifestó Annabeth, sonriéndole.

—Te buscamos por todas partes, amigo —le informó Percy,  mientras le daba unas palmaditas en la espalda.

—Bueno obviamente me han extrañado. Soy el espíritu alegre del grupo —bromeó. Todos reímos, porque habíamos extrañado sus chistes—. Un momento, ¿dónde están Hazel y Frank?

Mis ojos brillaron.

—¡Debemos llamarlos para darles la noticia! —exclamé—. Ellos están en el campamento Júpiter. Nos visitan cada semana acompañando al grupo de intercambio.

Los Siete Grandes Semidioses (En revisión)Where stories live. Discover now