Capítulo Treinta y tres "Nuevo hogar"

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Mis padres, Adam, mi hermano y Jackie llegaron a Nueva York al siguiente día, casa llena.

Eso me recordó la idea sobre mudarnos a otro lugar, más tranquilo que Manhattan, un poco más grande también.

Ninguno de los cuatro abuelos quería separarse de Karen, y ella encantada de estar así de consentida.

Renata avanzaba perfectamente en su recuperación y de consentirla a ella me encargaba yo.

— ¿Y Karen?—preguntó sentándose en el sillón de la sala.

—Está en la terraza del edificio—señalé hacia arriba—, con sus abuelos.

—Ya casi es su hora de comer.

—Y ella misma se los hará saber—la abracé a mí dándole un beso en la frente.

—Cierto—rio—, se abrazó más a mí—, la que sí necesita comer ahorita soy yo.

—Bien—secundé su risa—, hice un poco de pasta y pensaba preparar filete de atún al limón.

—Suena rico—volteó a verme.

—Entonces eso será—le di un suave beso y me fui hacia la cocina. Quiso acompañarme, pero le hice prometer que solo se quedaría sentada haciéndome compañía, reprochó pero al final logré que aceptara si la dejaba picar las verduras.

Entando nuestras madres ahí me iba mucho más tranquilo a la estación, se quedaba muy bien cuidada.

—Vivir en los suburbios puede ser una buena idea—me decía Miguel mientras caminábamos en el laboratorio.

—Un lugar tranquilo para criar a Karen—asentí.

— ¿Qué tal Brooklyn? Por donde nosotros vivimos hay un lindo barrio con casas que se ajustan a lo que quieres, tal vez pueda conseguirte una cita con quien nos consiguió a nosotros nuestra casa.

—Me parece bien—asentí—, gracias.

Antes de cualquier cita, debía hablar con Renata, tal vez no tendríamos que irnos tan lejos.

—Extrañaré esta vista—suspiró pegada a mi pecho, contemplando la ciudad—, pero irnos a un sitio más tranquilo y más grande es una buena idea.

—Bueno—le di un beso en la sien—, le diré a Miguel que consiga esa cita.

Nos tomamos nuestro tiempo para decidir dónde sería nuestro nuevo hogar, primero, debía terminar de recuperarse.

Ya teníamos algunas opciones, dos en Brooklyn y una en Queens, casas en barrios de suburbios, tranquilos y llenos de familias, parques y escuelas cercanas, a nosotros nos quedaría más lejos el trabajo, pero, lo hacíamos por el bien de nuestra pequeña.

—Volveré al trabajo en pocas semanas—dijo mientras tomábamos un té en la terraza del edificio.

—Ajá—volteé a verla.

—Debemos buscar quien cuide de Karen mientras no estemos.

—Sí—suspiré—, creo que en el edificio hay una niñera.

Así fue, Eleanor Donner, una mujer jubilada que pasaba sus días cuidando niños, tenía muy buenas referencias de los mismos vecinos del edificio, y encantada aceptó cuidar de nuestra bebé cada día, y era bastante cómodo para ella por vivir solo un piso más abajo, después tendríamos que buscar a otra, cuando nos mudáramos.

—Es una lindura—sonrió jugueteando con ella cuando la conoció, Karen estaba a las risas, buena señal.

—Creo que se la van a pasar muy bien—también sonreí.

Delito de Amarte ©Where stories live. Discover now