Capítulo Treinta y dos "Mucho más"

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Al fin, después de cinco horas de viaje incluyendo la escala, llegamos al aeropuerto de Panama City, ahí ya nos esperaba un auto para llevaros a nuestro hotel; frente a la playa y con todo ya incluido. Nuestra habitación con vista al mar y bastante acogedora.

Me sentía cansada, lo único que quería en ese momento era recostarme en esa antojable cama.

—Mientras descansas un rato yo iré a ver la reservación de mañana—me dio un beso.

—De acuerdo—asentí caminando hacia mi cómodo destino.

Una pequeña siesta, una refrescante ducha y estaba como nueva, salí a buscarlo, estaba en una de las sillas del balcón, bebiendo una cerveza, contemplando las tranquilas aguas de Florida.

—Hola guapo—lo llamé recargada en el marco de la puerta.

—En definitiva—sonrió levantándose—, me casé con un diosa—tomó mi mano acercándome a él para besarme.

Ahora, mi cuerpo exigía comer, y el ruido de mi estómago se lo hizo saber a él quien solo rio.

La comida del restaurante estaba deliciosa, a base de productos marinos, además, teníamos una vista maravillosa hacia la playa.

— ¿Quieres hacer algo en especial esta noche?

—Sí—sonreí—, quiero que tú también compruebes lo cómoda que es la cama de la habitación.

—Veo que el antojo apareció—rio—¸ así que vamos.

Una placentera noche, en ese hermoso lugar, con él, mi esposo, la emoción que me causaba decirlo y pensarlo, mi esposo.

Sus manos acariciando mi cuerpo, sus intensos ojos verdes viéndome con sumo deseo. Una primera noche perfecta de luna de miel.

Recibí los primeros rayos de sol en el balcón de la habitación, mi mirada fija en el tranquilo movimiento del mar y mi mano sobre mi vientre, acariciándolo en círculos, vi mi mano, con el anillo de compromiso y le de bodas combinando a la perfección

—Tan temprano y tú aquí—escuché su adormilada voz.

—Esto era parte del trato cuando firmaste al casarte conmigo—sonreí volteando a verlo.

—Y lo acepto—rio acercándose, dándome un beso a mí y otro a mi vientre.

Desayunamos en el restaurante de playa en el hotel, un paseo por la ciudad y el resto del día relajándonos en la piscina o en el área de playa. Cuánta falta nos hacía eso, no pensar en nada más que disfrutar el sol, la tranquilidad, el lugar, a nosotros, un momento de paz.

Lo vi caminando hacia mí, recién salido del mar, qué hombre tan sexy.

— ¿Y esa mirada?—sonrió llegando a la cama de playa junto a la mía.

—No lo puedo evitar—me mordí el labio inferior—, eres muy sexy.

— ¿Ah sí?—se acercó a darme un beso— ¿Tu antojo volvió?

— ¿En algún momento se fue?

—Touché—rio—, tendremos que hacer algo al respecto entonces.

—Sí, creo que sería lo mejor.

—Vamos—extendió su mano hacia mí—, tenemos tiempo para saciar tu antojo y para prepararnos para el catamarán.

No lo dijo dos veces, en apenas unos minutos ya estábamos en la habitación y nuestra ropa fuera de nosotros, el lugar para atender el antojo, la ducha, una ardiente ducha.

Delito de Amarte ©Where stories live. Discover now