Capítulo Veinticinco "Rompecabezas"

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Ese día hubo algo nuevo, había llamado la policía de San Diego, habían recibido el reporte de haberla visto en una estación de servicio en Nashville, Tennessee. Miguel se estaba haciendo cargo junto con Caroline, mientras, Daniel y yo salimos por un sospechoso del caso en el que trabajamos.

Un hombre, en los veinte, encontrado muerto en el estacionamiento de su edificio, no parecía ser un robo, esperábamos que el sospechoso nos diera respuestas.

Salí de la sala de interrogatorios cuando el sospechoso pidió un abogado, vi que Renata no estaba, tal vez había salido por algún antojo, dejé una nota en su escritorio y salí hacia el laboratorio, esperaba que tuvieran algo que obligara al hombre en la estación a confesar.

Casi llegaba al laboratorio cuando recibí una llamada, se me hizo extraño, pero a decir verdad, hace un buen rato que no lo hacían.

—Jason—respondí—. ¿Qué pasa?

—Hola amigo, pasa que hay una pareja interesada en el niño Cooper.

— ¿Enserio?—por todo casi no había pensado en Jonathan—. ¿Son buenas personas?

—Estamos investigando, pero todo apunta a que sí. Solo quería que lo supieras, y lo vean si lo desean.

—Gracias, se lo diré a Renata, solo esperamos que Jonathan encuentre a unos padres que lo amen,

Al fin llegué al laboratorio, esperando más respuestas. Vi a Renata caminando con Natalia en dirección al ascensor, dejaron de hablar en cuanto me vieron y eso fue extraño, pero lo olvidé cuando se acercó a darme un beso.

— ¿Van a algún lado?—pregunté a ambas mujeres.

—Sí—respondió Natalia de inmediato—, un tema sobre el vestido, así que ni te apuntes.

—Bien—reí alzando las manos a manera de rendición.

—Nos vemos en un rato amor—me dio otro beso y salieron de ahí.

Caminé hacia balística, tal vez tendrían algo del arma, ahí estaba Caroline.

—Llegas a tiempo—sonrió la mujer—, toma, con esto pondrás el último barrote en su celda—me entregó una carpeta.

—Justo lo que necesitaba—sonreí también—. ¿Hay algo sobre Tania?

—Lo último fue lo de Nashville, no ha habido actividad en su tarjeta, pero sabemos que no estaba sola, los testigos mencionaron que se subió a un Mustang negro en el asiento del copiloto, no pudieron ver al conductor.

—Eso nos da dos opciones.

—Claro, aún no podemos descartar el secuestro—suspiró—, puede estar viajando a la fuerza. Si sé algo siguiendo esa línea te llamo.

—Gracias—asentí—, ahora me voy, tengo a alguien por mandar a Rikers.

No la vi hasta que salí de la estación, teníamos una cita para cenar juntos, cuando llegué al departamento ella ya estaba ahí, saliendo de la ducha, buscando su ropa en el armario.

—Creo que quiero comenzar con el postre—dije recargado en la puerta.

—Solo si quieres perder la reservación—sonrió girándose de frente a mí.

—Te diría que no me importaría con tal de estar contigo en esa cama—la señalé—, pero tú tienes muchas ganas de ir a ese restaurante, así que aguantaré—reí acercándome a darle solo un pequeño beso—, pero al rato no te me escapas.

—De acuerdo—sonrió.

—Solo me daré una ducha y listo.

Fue una noche perfecta, cena en SoHo, una película en casa mientras saciaba su antojo de chocolate, un par de liberaciones hormonales en el sillón y a dormir. O eso pensé, pues sus caricias me despertaron a mitad de la madrugada, solo reí y respondí a ello, bajé mi mano hacia su pierna subiéndola a la mía, teniendo así el acceso más fácil a su feminidad, sin duda la había despertado su antojo por mí.

Delito de Amarte ©Where stories live. Discover now