Capítulo Nueve "Llamada"

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Casi sentimos que la cena se cancelaría pues teníamos un nuevo caso, una chica encontrada en un callejón, con notables muestras de tortura, no parecía ser un robo pues su celular y cartera estaban ahí.

—Camile Harper—dijo Renata leyendo su identificación—, vivía en la calle 36 y la 10ª. Avenida, estudiante y trabajaba en una tienda departamental.

—A diez calles de casa—suspiré viendo a la esquina, estábamos en la calle 47 y la 10ª. Avenida.

— ¿Qué dijeron las personas que lo reportaron? —preguntó Gary revisando el cuerpo.

—Los dueños del auto gris—lo señaló Renata—, llegaron de una reunión viendo a un hombre, metro setenta aproximadamente, caucásico, con capucha, apuñalando a la víctima antes de salir corriendo.

—Entonces no podemos descartar el robo—suspiró el jefe—, tal vez al verse descubierto salió corriendo.

—Eso explicaría el desastre de su bolso—señalé las cosas por todos lados.

—Buscaremos huellas en sus pertenencias—dijo Natalia guardando todo en bolsas de evidencia.

Cristina se encargaría del cuerpo y nosotros regresamos a la estación, era todo por ese día, hora de ir a casa.

— ¿Listo? —escuché a mis espaldas.

—Sí—sonreí tomando mis cosas.

Llegamos al departamento escuchando música en el interior y con el olor a naranja invadiendo el ambiente por completo.

—Hola—saludó apenas asomándose de la cocina—, ya está casi lista.

—Huele muy bien cuñada—sonreí dejando nuestras cosas en el armario de la entrada.

—Espero que sepa igual de bien—sonrió regresando a lo que hacía.

Pusimos la mesa entre Renata y yo y la ayudamos a servir los platos, arroz blanco con vegetales y un apetecible pollo a la naranja, acompañado de un vino blanco y ensalada. Sabía igual de bien que como lucía, y la plática con las hermanas Díaz era sumamente divertida.

Sandra tenía que levantarse muy temprano así que la mandamos a dormir y nosotros nos encargamos de limpiar todo.

—Entonces—me pegué a su espalda aprisionándola a la tarja con mis manos.

— ¿Qué? —preguntó enjuagando el último plato.

— ¿Tu postre? —besé su hombro.

—Lo quiero por supuesto—rio girándose de frente a mí.

Me pegué más a ella besándola suave y delicadamente al principio pero aumentando la intensidad a cada segundo, sus manos rodeando mi cuello atrayéndome más a ella y su lengua jugueteando en mi labio me estaba haciendo perder el control, así que la tomé en brazos y la llevé a la habitación. Eso me gustaba de quedarme en su departamento, la tenía en mis brazos cada noche.

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Desperté cuando Sandra se preparaba para irse, vi el reloj, cinco de la mañana, aún era temprano para nosotros, volteé a verlo, profundamente dormido, con su cabeza en mi dirección y su brazo rodeándome, se veía tan tranquilo y tan guapo, sonreí por eso, me gustaba despertar así. Me acomodé de nuevo en su pecho quedándome dormida unos minutos después de que la puerta de la entrada se cerrara.

Mi alarma sonó, ahora sí era hora, seis treinta de la mañana, me separé con cuidado de él, tomé su camisa del suelo y me dirigí al cuarto de baño poniéndomela, refresqué mi rostro, cepillé mis dientes y salí a preparar un poco de café, me serví una taza y salí al balcón viendo los primeros rayos de sol sobre Manhattan.

Delito de Amarte ©Where stories live. Discover now