Capítulo Tres "Algo cambió"

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Llegamos al restaurante, en lo alto de un edificio y con una impresionante vista hacia Times Square, se había encargado de que nos dieran una mesa pegada al ventanal, me parecía todo tan perfecto, pedimos una botella de vino tinto y una tabla de quesos como entrada.

—Entonces dime—comencé mientras bebía un poco de vino—. ¿Qué haces en tus tiempos libres?

— ¿En los pocos tiempos libres que el trabajo nos deja? —sonrió tomando su copa.

—Mejor dicho—asentí imitando su gesto.

—Realmente nada fuera de lo normal, labores de la casa, salir con mi hermana o con Natalia y Cristina, entrenar en el gimnasio de mi edificio, cosas comunes en sí. ¿Y tú?

—Ir a partidos de basketball, ir al campo de tiro, entrenar, conocer bares...

—Y chicas—interrumpió en tono burlón.

—Algo así—sonreí—. Búrlate lo que quieras.

—Me guío por hechos—entonces se llevó un trozo de higo a la boca, la manera en que mordió la fruta me causó una sensación extraña. Ahora comenzaba a imaginar cómo sería besarla.

— ¿Dónde creciste?

—Ciudad de México, nos mudamos a Estados Unidos cuando yo comencé la preparatoria y mi hermana la universidad, Sandra consiguió un trabajo en los staff de Broadway y yo entré a la academia. ¿Tú creciste en San Diego?

—Sí—asentí—, pero también nací en México, Querétaro, nos trajeron desde pequeños y el restaurante fue lo que pagó nuestros estudios.

—Tus padres deben sentirse orgullosos de ustedes.

—Así como los tuyos de ti y tu hermana—sonreí pensando en mi familia.

—Los extrañas—me vio fijamente.

—Mucho, hace un buen tiempo que no los veo, yo creo que en mis siguientes vacaciones iré a San Diego y a Las Vegas.

—Buena idea, nosotras vamos a casa cada Navidad.

Continuamos platicando sobre nuestras vidas por alrededor de dos horas, me la estaba pasando tan bien, como siempre, jamás me aburría y desde que se había integrado al equipo el trabajo se había hecho muy ameno y ligero, eso era bastante bueno al tener que lidiar con asesinos y ladrones cada día.

—Era mi ex prometido—dijo después de unos segundos de silencio.

— ¿Quién? —la vi confundido.

—El hombre que llegó el otro día a la estación—sonrió—, terminamos hace poco más de un año, tres meses antes de entrar como detective.

—Vaya—abrí los ojos sorprendido—. ¿Y qué pasó?

—Me engañó con su socia en el bufete de abogados. Una noche me tocó hacer guardia, hicimos un arresto por un robo, recibí una bala en el brazo, un rozón; pero suficiente para que me mandaran a casa, imagina mi impresión al llegar a casa herida y verlo con ella en el sillón, en pleno acto—se tomó unos segundos viendo por la ventana, bebió un poco de vino y volteó a verme—. Pero eso no fue lo que más me dolió, fue lo que me dijo lo que me destrozó.

La dejé que se tomara su tiempo para continuar, se notaba que aún le afectaba, pero no aparté la mirada de ella y lo notó.

—Lo siento, es que mi mente viajó a ese momento—curvó media sonrisa—, no se disculpó, ni intentó que lo perdonara, al contrario, me echó la culpa a mí, dijo que casi no estaba con él, lo mismo que te dijeron a ti, pero con un poco de aderezo extra.

Delito de Amarte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora