Capítulo Doce "No voy solo"

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La policía de Washington se encargó de arrestar a Megan y de trasladarla a Nueva York, nosotros estábamos más que listos para su llegada. Gary y Miguel se encargaron de interrogarla y mostrarle la evidencia que la delataba; la presión y el verse acorralada la hicieron confesar.

El señor Lindberg y ella habían acordado escaparse juntos, él estaba por pedirle el divorcio a la señora Lindberg, pero, un día antes decidió no hacerlo y en lugar de viajar a Bora Bora con Megan lo haría con su esposa, eso la había enfurecido y cegado de toda razón, crimen pasional.

— ¿Lista para ir a comer? —preguntó llegando a mi lado.

—Sí—asentí—, muy lista.

—Lo sé—rio—, también tengo mucha hambre.

—Ha sido un día bastante ajetreado.

—Solo tengo ganas de llegar a tu departamento, darnos una relajante ducha caliente y meterme a la cama contigo.

—Lo tendrás—sonreí sintiendo sus labios brevemente sobre los míos.

Fue justo como dijo, la ducha caliente y sus ardientes besos, sus manos acariciándome y su pasión llenándome, una cena en casa con un par de copas de vino y directo a la cama, no precisamente a dormir.

Ahora que Lauren se iría él regresaría a su departamento, ahora sí, así que esa era la última noche que lo tendría ahí.

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Desperté cuando ella se levantó, vi su perfecta silueta desnuda caminando por la habitación hasta que encontró mi camisa y se la puso antes de dirigirse al cuarto de baño. Me recargué en la cabecera, viendo nuestras prendas por todos lados, sonreí recordando la noche anterior, mi sonrisa aumentó cuando vi sus panty, ese pequeño pedazo de encaje rosa que terminó hecho trizas cuando lo arranqué de su cuerpo.

Salió unos minutos después, quedándose un par de segundos de pie en la puerta, sonrió acercándose a mí.

—Buenos días cariño—se sentó a horcajadas sobre mí dándome un pequeño beso.

—Hola amor—rodeé su cintura mordiendo su labio para no romper el beso—, tengo una idea diferente para el amanecer de hoy.

—Dime.

—Ven—la tomé en brazos y caminé hacia la sala sentándola de nuevo sobre mí una vez que estuvimos ahí.

El sol apenas comenzaba a lanzar los primeros rayos sobre Manhattan, y unos cuantos empezaron a rozar nuestros cuerpos sobre el sillón, mi camisa abandonó su cuerpo dándome total acceso a él, para besar su piel y acariciarla mientras ella se movía sobre mí, clavando sus uñas en mis hombros, jadeando mi nombre, llevándome a la locura desde muy temprano.

Continuamos en la ducha, tomándonos nuestro tiempo, teníamos unas horas antes de nuestro turno y planeamos ir a desayunar cerca de Central Park, claro, después de nuestro maravilloso "buenos días".

Llegamos al restaurante donde, a palabras de Renata, servían unos huevos benedictinos sublimes, y la mantequilla casera era de otro mundo, por supuesto la complací en desayunar ahí.

—Wow—exclamé ante el primer bocado—, tenías razón, delicioso.

—Te lo dije—me guiñó un ojo.

Casi terminaba mi desayuno cuando mi celular sonó, tomé un sorbo de mi café antes de responder.

— ¿Sí? —respondí en un suspiro.

—Hola Alexander—escuché al otro lado—, ya salí de tu departamento. ¿Dónde puedo entregarte tus llaves?

—Con el portero.

Delito de Amarte ©Where stories live. Discover now