Capítulo Diecinueve "Mejor de lo que imaginaba"

41 7 0
                                    

Aterrizamos en Nueva York al atardecer, aunque San Antonio había sido donde viví durante mi adolescencia y ahí vivían mis padres no lo consideraba como mi verdadero hogar, no como Nueva York, aunque no regresaría a mi departamento saber que estaba de vuelta a la ciudad y que además, viviría con Alex, me hizo sentirme en casa, de vuelta en casa.

—Bueno—dijo cuando entramos al departamento—, bienvenida a casa.

—A casa—sonreí ante eso sintiendo sus labios sobre los míos solo unos segundos después.

Sirvió un par de copas de vino y nos sentamos en la sala, con la comida que pedimos y eligiendo una película para disfrutar de nuestra primera cena viviendo juntos. Hasta que su celular sonó.

— ¿Es de la estación? —pregunté viéndolo.

—No, es mi hermano—me vio con una sonrisa y se llevó el celular a la oreja— ¿Sí?... sí, sí pude, está aquí conmigo...no, de vuelta en Nueva York...es un poco complicado...claro que sí—lo vi sonreír—, eso ni lo dudes...gracias, igual saludos, adiós.

— ¿Todo bien?

—Sí—asintió dejando el celular en la mesa—, me preguntó por ti, tanto él como Jackie se quedaron preocupados, estaba con ellos cuando Miguel me llamó, les dio gusto saber que estás aquí y me pidieron que te consintiera mucho, y eso es justo lo que haré ahora.

— ¿Ah sí? —se acercó a mí quedando sobre mí, con sus manos a mis costados y sus labios rozando los míos.

—Pero claro—mordió mi labio y entonces profundizó el beso.

Mi ropa terminó en el suelo y la suya junto a la mía, sus manos recorrieron mi piel y sus labios hicieron lo propio, era la última parte de la bienvenida a la ciudad y sí que me estaba gustando, me tomó en brazos llevándome hacia la habitación recostándome en la cama, centrándose en mis labios de nuevo, cuánto había extrañado esto, y él vaya que me hizo llegar a límites inimaginables de placer durante buena parte de la noche, hasta que quedamos rendidos.

Desperté sola en la cama pero escuchando ruido proveniente de la cocina, como cada mañana, me puse su camisa, me refresqué un poco y salí viéndolo en la cocina, usando pantalones deportivos y nada más, terminaba de preparar unos muy apetecibles huevos motuleños.

—Eso se ve delicioso—dije abrazándolo por la cintura subiendo a su pecho.

—Necesitas ser más específica—rio—. ¿De qué estás hablando?

—Del desayuno, tú te ves más que delicioso—rio más volteándose de frente a mí.

— ¿Quieres aplazar el desayuno? —me atrajo a él besando mi cuello.

—Puede que sí—reí cuando me mordió suavemente.

Comenzaba a desabrochar la camisa que me cubría cunado el timbre sonó.

— ¿A quién se le ocurre venir a esta hora? —resopló separándose un poco.

—Yo voy—reí—, tú termina eso—señalé los platos.

—De acuerdo—me dio un pequeño beso y regresó a la estufa.

Abrí la puerta aun sonriendo por eso, al otro lado estaba alguien que no esperaba ver.

— ¿Renata? —se veía sorprendida, igual que yo.

—Tania.

— ¿Qué haces aquí? —me vio de arriba abajo, entonces recordé que solo llevaba encima la camisa de Alexander.

—Bueno, aquí vivo.

— ¿Aquí? Pero, ¿qué no tú estabas en San Antonio?

—Sí—asentí—, pero ya volví.

Delito de Amarte ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora