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Esta historia es cruda. Muestra una realidad cruel y áspera.
No esperes un cuento en donde dos chicos se enamoran y viven felices, no siempre acaba todo en color de rosas.
Kaeya tiene un secreto...
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El trío de rubios miraba con suma atención al moreno, el cual estaba con las piernas y brazos cruzados, sentado en su trono, un trono que se ubicaba al final de la sala, desde la entrada del gran salón, hasta los pies de aquel trono, se adornaba una gran alfombra de color vino, los ventanales, tan grandes que llegaban hasta el techo, estaban en ambas paredes, dándole un poco de luz al lugar, una luz obscura ya que, se encontraban en el Abismo. El cielo de allí, los colores, el ambiente, todo, todo era sombrío y oscuro, ya saben, el típico lugar donde tenían que estar los villanos. Kaeya aborrecía eso.
—Kaeya, ¿te encuentras bien? —la viajera habló, siendo la única chica de allí, al parecer era la que más valor tenía a la hora de encarar al peli-azul.
—Lumine, cierra la puta boca.
Aether frunció el ceño al oír la forma tan desagradable en que le hablaron a su hermana, estaba a punto de reprocharle, pero el rubio de mayor estatura lo detuvo, sólo bastó una mirada para que ambos viajeros se mantuvieran callados y agacharan la cabeza, demostrando sumisión.
—Mi príncipe. —La voz y el nuevo apodo que usó Dain logró que el moreno alzara la vista y lo viera directamente a los ojos—. No comprendo su enojo, por favor, le suplico que me explique lo que sucedió. Yo tomaré cartas en el asunto, mataré a cualquiera que se haya atrevido a lastimarlo.
Kaeya sonrió de lado, una pequeña sonrisa que pasó desapercibida por parte del trío. Tosió de forma sutil, intentando ocultar la ternura que le causó el rubio más alto, y miró al otro dúo de hermano, haciendo un movimiento con su cabeza, indicando que se retiraran de allí. Los hermanos captaron el mensaje e hicieron caso omiso, se dieron vuelta y se fueron, dejando a amo y sirviente solos.
Kaeya apuntó al de tez blanquecina y movió su dedo de forma que le indicara que se acercara a él. El sirviente obedeció inmediatamente.
—Oh, dain, siempre tan lindo conmigo. —El rubio subió las escaleras hasta llegar a los pies del trono, se arrodilló y se acercó al moreno, al estar tan cerca, el peli-azul tomó el rostro del rubio con ambas manos y miró cada una de sus facciones—. Mi chiquito, te descuidé mucho y ahora estás desesperado por algo de atención, ¿verdad?
—Mi príncipe. —Acercó su cuerpo aún más, moviéndose con ayuda de sus rodillas hasta quedar pegado a los pies del trono—. Se lo suplico, déjeme estar con usted, lo necesito. —El moreno acercó el rostro del rubio, quedando a tan solo unos centímetros de su boca. Sus labios rozaban, y Dainsleif estaba perdiendo la cordura. Pero necesitaba su aprobación, necesitaba la aprobación de su príncipe para poder hacerle todo lo que tenía en mente—. ¿Puedo?
—Sí, puedes.
A pesar de que Kaeya estaba sentado, eso no le impidió tomarlo de la cintura y atraerlo más hacia el. Colocó su cuerpo en medio de sus piernas y besó al moreno de forma brusca. Kaeya jadeó ante tal brusquedad y enrollo sus piernas alrededor del cuerpo del más alto.