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Esta historia es cruda. Muestra una realidad cruel y áspera.
No esperes un cuento en donde dos chicos se enamoran y viven felices, no siempre acaba todo en color de rosas.
Kaeya tiene un secreto...
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—Nada mal. Para ser unos novatos, son bastante rápidos.
—C-capitán... —dijo un embobado castaño, varios presentes de ahí miraban atónitos la hermosa figura de kaeya aproximándose hacia ellos, no dudaron en soltar un inaudible jadeo cuando puso lentamente ambas manos en su cadera y, con un movimiento de cabeza, acomodó su pelo levemente.
—¡Oigan, merecen un premio por su gran trabajo en equipo, vayamos a la taberna! —La forma de decir aquello provocó una enorme alegría por parte de sus alumnos.
Todos asintieron, y después de eso, tomaron sus espadas de madera que siempre usaban al practicar y las guardaron en sus respectivos sitios. Después de abandonar las espadas de práctica, agarraron la suya, las verdaderas espadas Favonius otorgadas por su caballera, Jean. Esas espadas nunca se las sacaban de su cintura, siempre, a toda hora y en cualquier lugar, su espada Favonius siempre tenía que estar presente, ya sea que estén con armadura o sin ella, su espada siempre estaba presente con ellos.
—¡Señor kaeya! Terminamos de guardar las espadas, estamos listos para irnos.
—Que niños tan obedientes. En fin, vámonos, bonitos. —Se mordió el labio inferior mientras que, con un movimiento de cadera, se daba media vuelta de camino a la taberna, detrás suyo, aproximadamente unos dieciséis chicos fueron tras él.
Sin duda alguna, Diluc, se llevará una gran sorpresa cuando vea a su hermanastro junto con todos esos "perros en celo", nombre que el mismísimo pelirrojo les puso por pura rabia.
Después de una larga caminata, bajando y bajando las inmensas escaleras de Mondstadt, finalmente llegaron a la taberna, en donde trabajaba su hermanastro, Diluc.
—¡Buenas tardes! —De una patada, el moreno abrió la puerta y logró hacer un gran ruido cuando impactó contra la pared—. ¡Te traje unos amigos para que podamos conversar todos juntos!
Y ahí estaba, dado vuelta, dándole la espalda a toda esa manada de perro calenturientos que perseguían a su medio hermano, giró la cabeza lentamente y por el rabillo del ojo los miró a todos de pies a cabeza, con el ceño fruncido y un aura oscura cubriéndolo.
Diluc, un joven adulto, con una piel como porcelana, una complexión delgada y atlética, ojos rojos carmesí y cabello de color escarlata que siempre usa como una cola de caballo desordenada que se extiende hasta la mitad de la espalda. Viste un abrigo negro que está adornado con adornos y borlas doradas que terminan con ribetes de piel de ébano, usa pantalones negros que están adornados con cadenas en su pierna derecha, mientras que su Visión se establece en su pierna izquierda. También usa guantes, que son negros en la parte superior, mientras que la parte inferior está teñida de rojo.