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Esta historia es cruda. Muestra una realidad cruel y áspera.
No esperes un cuento en donde dos chicos se enamoran y viven felices, no siempre acaba todo en color de rosas.
Kaeya tiene un secreto...
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Mientras estaba sumido en la profunda oscuridad, unos pequeños flashbacks aparecían de vez en cuando en cuestión de segundos. Recuerdos de Diluc, de Crepus, y de su padre.
—¡Kaeya, despierta!
Ahí estaba otra vez, aquel grito que parecía ser el de una mujer.
—¡Príncipe, arriba!
La voz cambió a la de un hombre, muchas voces al mismo tiempo comenzaban a pedir que despertase, mientras que el peli-azul estaba completamente desconcertado y no podía entender nada.
—¡Kaeya, necesitamos que vuelvas!
—¡Joven amo, por favor!
—¡¡Puta madre, Kaeya, despiértate!!
Sintió en su rostro unas pequeñas y diminutas manos posarse sobre sus mejillas, masajeándolas bruscamente. Su ceño se frunció y de manera inconsciente apartó aquellas manos de su cara.
Al abrir un poco los ojos, los rayos del sol impactaron contra sus retinas, haciendo que la visión se le dificulte un poco y gruñiera por lo bajo, sin embargo, aquella molesta luz solar fue tapada por una desordenada cabellera rojiza.
—¡Despierta!
Los ojos del moreno se abrieron lentamente, su nariz se arrugó y sus labios formaron un pequeño puchero. Al ver detenidamente a la persona que estaba encima suyo, sus ojos se abrieron como platos.
—¿Diluc?
—¡Finalmente despiertas! —El niño pelirrojo suspiró exhausto y salió de encima del moreno para poder recostarse a su lado—. Recuerda que papá dijo que debíamos limpiar los barriles de vino. ¡Que asco, no soporto ese olor!
La mente de Kaeya reaccionó y se levantó de golpe, enderezando su espalda y cerrando los puños, alarmando al de ojos carmesí y haciendo que ambos peguen un grito.
—¡¿Qué pasó?! —Sus diminutas piernas actuaron por sí solas y se levantó del césped—. ¿En dónde está el palacio? ¿Y mi trono... y mis poderes? —La voz del peli-azul comenzó a quebrarse y sus ojos se cristalizaron.
El de piel blanquecina se percató de eso, con algo de temor, se levantó de igual forma y se acercó a paso lento a su pequeño hermanastro, tomándolo por los hombros.
—Hermano, ¿volviste a tener esa pesadilla... otra vez? —El rostro del moreno lo vio confundido—. Ya llevas dos días con el mismo sueño, tú siendo un rey malvado que asesina y lastima personas. Deberías dejar de leer tantas historias de piratas antes de dormir.