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Estaba nerviosa. Me temblaba toda la existencia cuando Bruno cerró la puerta detrás de él. Habíamos decidido quedarnos esa noche en su casa, para tomar el avión a Australia. Sí, ahí sería nuestra luna de miel. No lo habría imaginado ni en mis mejores sueños.

Finalmente. -suspiré sentándome en el sillón.

¿Estás cansada? -inquirió al ver como me quitaba los tacones, que efectivamente me estaban matando.

Me duelen los pies, es todo. -respondí sintiéndome pequeña por un momento ante su mirada fija en mí-. ¿Tú?

¿Yo? -inquirió como si tuviera la mente en otro lado.

¿Estás cansado? -pregunté.

No. Pero sí casado. -bromeó y sonreí como tonta.

¿Mi queridísimo esposo desea algo? -pregunté dramáticamente.

Nada más que a ti. -admitió tomando mi mano para hacer que me levantara del sillón. Sentí un escalofrío en mi espalda cuando su mano bajó hasta mi cintura y me apegó a él- ¿Qué deseas tú, mi querida esposa?

A mi esposo. -murmuré alzando la mirada para ver sus ojos. Sonrió complacido ante mi respuesta y dejó un beso suave en mis labios.

¿Qué quieres hacer? -cuestionó. A ese punto su voz se había vuelto extrañamente ronca, ya no había nada del adorable Bruno, estaba serio, tenso y me miraba como si fuera un pedazo de carne en exposición. Y yo comenzaba a sentir que el espacio se estaba volviendo extrañamente sofocante.

No lo sé, ¿tienes algún plan? -pregunté cuando, sin despegarse de mí, comenzó a caminar. Como si estuviésemos bailando a través de la casa.

He pensando en varios. -admitió. Demasiado intenso para mi salud mental. A ese punto mis mejillas estaban hirviendo y mis piernas temblaban tanto que me parecía ilógico que siguiera moviéndome a su compás sin caerme.

Pues podemos hacer lo que tú quieras. -respondí suavemente. Estaba tan cerca de mí que podía sentir sus latidos en mi pecho y su aliento levemente alcoholizado en mi nariz. Embriagante.

¿Lo que yo quiera? -inquirió dejando mi pelo a un lado, para inclinarse y a penas rozar mi hombro con sus labios. Tragué con dificultad y él sonrió levemente.
Alcé la mirada. Sus ojos se veían oscuros. Ni cafés ni verdes; negros, dilatados.

¿Recuerdas cuando me dijiste que yo no le pertenecía a nadie? -pregunté contra sus labios. Sin llegar a tocarlos, dilatando un poco más el asunto.

Sí. -respondió a duras penas. Respirando inestable, me hizo voltear y fui consciente de que de algún modo habíamos llegado a la puerta de su habitación. Él se quedó detrás de mí y susurró-. ¿A qué viene eso?

Pues a que te equivocaste. -respondí en voz baja, casi en un susurro. Él se apegó a mí por detrás y sentí sus latidos en mi espalda-. Soy tan tuya que da miedo.

Sonrió. Lo supe incluso sin mirarlo. Acarició mi cuello con su mano, hasta llegar a mí mandíbula y me hizo voltear.

Eres mi perdición. -respondió. Y nos besamos. No podría decir quién fue el que dio el primer paso, solo sé que el beso fue apasionado, intenso.

Ya no había ni un centímetro que nos separara y aun así lo deseaba más cerca.

Bruno: Huellas Del Pasado [Help #3]✔Where stories live. Discover now