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Zoe Becket. 

Señorita Becket. -pronunció cuando salí de la casa. Yo solía usar mucho los vestidos, sobre todo en verano. Se me hacía lo más fácil de usar. Aquella tarde usaba uno blanco con flores de todos los colores. También usaba zapatos de taco alto, pues estaba acostumbrada y mi altura natural no me favorecía del todo. Él me observó de pies a cabeza, sonrió de lado y me ofreció su mano.

Bruno Steep. -pronuncié recibiendolo. Como si fuésemos los protagonistas de una novela romántica de tiempos antiguos, de esas de amor clásico. Porque él era así.

Te ves hermosa. -admitió sonriendo abiertamente, sonreí nerviosa. Sus ojos brillaban aún más con la luz del sol de media tarde. Él usaba una camisa blanca con los primeros botones abiertos y un pantalón negro. Todo semiformal. Abrió la puerta del auto y entré.

¿Lista? -inquirió mirándome de reojo, mientras encendía el motor del auto.

Estaba nerviosa, pero no incómoda. Ese era el efecto Bruno: su presencia me intimidaba, pero no me ahogaba.

¿A dónde vamos? -cuestioné.

Tú solo déjate llevar. -sonrió levemente, contagiandome, y finalmente arrancó.

¿Como te fue? -pregunté. Ni siquiera yo sabía realmente a qué me refería.

¿Con qué? -inquirió.

Con todo, supongo. -reí con nerviosismo.

No es todo color de rosas, pero tampoco me puedo quejar. -se encogió de hombros mirandome de reojo-. No está mal. ¿Tú estás bien?

Sí, eso creo. -asentí.

Te ves diferente. -comentó volviendo a mirar al frente.

¿Diferente? -fruncí el ceño-. ¿Eso es bueno o malo?

No lo sé, tú dime. -respondió-. ¿Te gustas diferente?

Espera, ¿a qué te refieres? -pregunté.

A que ahora hablas, también sonríes más, eres un poco más sociable, no estás tan cerrada. No creo que tu timidez haya sido algo malo, pero tampoco era algo que te ayudara del todo. Supongo que era una especie de escudo, ¿no? -alzó una ceja.

Sigo siendo tímida. -admití apenada.

Claro, es tu esencia. -asintió-. Ah, claro, y no podía quedar atrás tu nuevo corte de cabello. Te queda bien.

Inefable. Es imposible siquiera intentar expresar con palabras la manera en la que mi sistema hizo cortocircuito, esparció la corriente hacia mi estómago y siguió por todo mi cuerpo. Mi corazón latía como si hubiese subido un cerro. <<Te queda bien>>. En cierto modo me parecía patético notar lo mucho que influían en mí solo tres palabras de Bruno; pero también se me hacía fascinante, porque nunca me había sentido así y era mucho más emocionante que como lo describían en las películas. No era solo el corazón latiendo fuerte, sino una sensación que se colaba en cerebro, corazón, pulmones, huesos, sangre y médula.

¿De verdad? -balbuceé.

Lo noté durante el funeral de mi madre, ya sabes. Iba a decírtelo, pero no era el momento. El punto es que te ves bonita, un poco más adulta. -finalizó.

<<Bonita>>

Me alegra que te guste. -sonreí levemente. Me llenó. No me había hecho aquel corte para que Bruno me elogiase, pero deseaba que me dijera algo. Que opinara. Yo quería gustarle a él.

Pero también tenía miedo. Tal vez él no notó, porque él ambiente se volvió tenso. Frenó frente a la costa, había una especie de feria local, grande, colorida y llena de gente.

¿Quieres bajar? -preguntó.

Claro. -asentí-. Hey, ¿por qué hay una guitarra negra en el asiento de atrás?

Es mía. La traje de mi casa, fue la primera que tuve. -sonrió con nostalgia.

¿Tocas la guitarra? -pregunté sorprendida.

Sí. Tocaba en el metro para ganar dinero. Era mi fuente de ingresos, además de otras cosas. -hizo una mueca. No me gustó el tono que utilizó al decir <<otras cosas>>, pero no me inmiscuí.

¿No te daba vergüenza tocar frente a tanta gente? -pregunté en cambio.

No. -negó-. No había nadie que me importara realmente, así que me daba igual si les gustaba o no.

¿Ella no te vio tocar? -pregunté con un nudo en la garganta.

No tuvo el placer. -esbozó una leve sonrisa que no llegó a toda su expresión-. Hey, Zoe, ¿Quieres que ganemos dinero? -inquirió divertido.

¿De qué hablas? -cuestioné aterrada.

Te gusta Morat, ¿no? -preguntó tomando la guitarra y bajándose del auto.

Bruno, ¿qué haces? -pregunté intentando seguirle el paso.

Siéntate ahí. -ordenó poniendo sus manos en mis hombros, ejerciendo presión.

Vale. -respondí nerviosa.

No conozco demasiadas canciones de ellos... podría ser..  ¿La correcta?

¿La correcta? -balbuceé.

Cantaré solo una parte y veremos qué tal. -añadió, como si cantar en la calle fuera completamente normal en su mundo.

Puso sus dedos sobre la guitarra, en lugares específicos y comenzó a cantarla, aquella letra tan bonita, tan dulce... tan perfecta. Él cantaba hermoso. Supongo que aunque hubiera cantado horrible yo seguiría admirandolo. Durante la canción, despegó sus ojos de los míos solo para mirar la guitarra. La gente le dejó monedas por montón sobre la chaqueta que dejó en el piso. La canción había sido perfecta. Pero me abrumó sentir tanto por otro ser humano, y cuando fui consciente, ya estaba escapando. Mis pies se movían lejos de ahí, completamente desconectados de mi corazón. Estaba aterrada.

Su mano en mí muñeca causó un shock eléctrico a lo largo de mi brazo y explotó justo al centro de mi corazón. Me quité, desesperada.

¿Qué te pasa? -preguntó confundido.

Lo siento... Bruno, yo... -tragué con dificultad.

¿Tú qué? -presionó. Estaba confundido, tal vez frustrado, incluso molesto. Y era entendible-. ¡Vamos, Zoe, di qué demonios pasa ahora!

¡No soporto ser la segunda! -grité-. Eso pasa.

¿Qué dijiste? -frunció el ceño, dolido, tenso, como si hubiera escuchado mal.

Escucha, Bruno. -suspiré-. Tuviste a Jayne, la amaste con toda tu alma. Sabes lo que es querer a alguien, y nadie se compara al primer amor. Pero yo no. No sé nada del amor y paso la mayor parte del tiempo lastimandote con mi inexperiencia. Y te quiero, Bruno, me gustas. Me atraes, captas mi atención. Tal vez eres mi debilidad. Pero, por una vez, me gustaría ser la primera. -me miró incrédulo-. Seamos realistas, Bruno, soy tu segunda opción. Y no soporto pensar en que, si volviera, tú la elegirías a ella.

Sus ojos estaban brillantes, pero no era amor, sino rabia. Impotencia. Tenía los puños apretados y la mandíbula tan tensa que parecía que sus dientes explotarían. Se repetía la historia, yo lo volvía a lastimar.

Creí que acababa de decirte que eres la correcta. -respondio tenso, como una especie de puñetazo directo a mi estómago-. Pero tú no escuchas, no entiendes. Solo te escuchas a ti. Tú no eres tímida, eres egoísta.

Cuando me di cuenta de que el problema era yo, ya era demasiado tarde, él se había ido.
No. Mejor dicho, yo lo había echado.






Bruno: Huellas Del Pasado [Help #3]✔Where stories live. Discover now