Epílogo

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—Samuel. Samuel.

Me desperté sin abrir los ojos y sonreí  al escuhar a Clavel llamarme.

—Sé que estás despierto —reprochó.

Abrí un ojo y luego el otro encontrándome con una mirada de desaprobación por su parte.

—Te has quedado dormido en el sofá en medio de la película —protestó Clavel—. Puse tu cabeza en mis pies y ahora me duelen.

—¿Por qué no me despertaste antes? —cuestioné sentándome y bostece.

—Mañana sales a tu país y sé que viajar en avión te cansa así que te dejé ser feliz —explicó con simpleza.

—Gracias. —dije y le di un beso en la mejilla.

Ella revoleo los ojos con una sonrisa. En este tiempo había aprendido que Clavel podía ser muy atenta, muy desordenada y muy amante a molestarme. Clavel tenía su propia forma de mostrar cariño.

—¿Por qué no vas a la cocina y me traes agua? —cuestionó mi querida novia, sin sarcasmo, de verdad la quiero.

Le di una mirada cansina y fui a la cocina. En el lugar había una caja de regalo que definitivamente no estaba allí anteriormente. Al ver que tenía una nota con mi nombre abrí  la caja y me quedé asombrado al ver mi viejo balón, desgastado y lleno de los dibujos de Clavel. Todo este tiempo había seguido siendo futbolista, pero había cambiado de balón y ese me traía muchos recuerdos.

Sonreí echando agua en un vaso y al estar lleno cogí mi balón en la mano libre para volver a donde estaba Clavel.

—Por lo que veo te gusto mi sorpresa —comentó ella y se levanto del sofá para ir a donde estaba, cogió el vaso de agua y la tomó toda.

—¿Dónde estaba mi balón? —cuestione viendo el objeto con algo de nostalgia.

—Es un secreto. No puedo revelar todos mis trucos —declaró Clavel y fue a la mesa para dejar el vaso ahora vacío sobre esta.

Si un algunas zacadas hasta estar detrás de ella, que sacudía un poco la mesa con la mano, y cuando se volteó le abracé.

—Gracias. ¿No querrás algo a cambio? ¿O si?

—No quiero nada —aseguró Clavel.

—¿Segura?

—Me basta con que vuelvas pronto de tu país —mencionó Clavel y apoyo su mentón en mi hombro devolviéndome el abrazo—. Cuando te vayas no tendré a quien molestar.

—Te llamaré —informé abrazándola más fuerte.

Ella asintió.

El dia anterior a ese se cumplía un año desde que había venido al país donde vivía Clavel, y nunca me había arrepentido. Durante ese tiempo conocí a su madre y a sus otras hermanas; sobre todo la conocí más a ella. Resultaba que tenía un don para los animales, y las flores, auqnue era acleta. Siempre llevaba medicinas y otros objetos en su bolso por si ocurría un accidente o algo por el estilo; era como un kit de emergencias portátil. Amaba comer tomates y melón. Odiaba ser menospreciada y odiaba no tener siempre la razón. En ocasiones era cruel, sin embargo aprendí a lidiar y aceptar todo de ella.

Unos meses después de llegar al país Narciso se encontró interesada en un chico, y me alegraba verla enamorada.

Mi hermana por fin tenía dieciocho años y seguía saliendo con Agustín. Mi madre y padre solían llamarme para saber como estaba y para recordarme cuanto se alegraban por mí.

En resumen, era un buen año. Con suerte el próximo también sería bueno.

Cierto, al día siguiente iría a mi país, pero pronto volvería con mi novia. Aunque Clavel lo solía negar a muerte nos queremos mutuamente.

Y pensar que todo había empezado con una simple frase como: Tírame mi balón.

N/a

Se ha acabado esta historia.

Muchas gracias a todos los que acompañaron a Clavel y Samuel en este viaje. Leo cada uno de sus comentarios y me alegra mucho el ver que les gustará.

Hasta una próxima historia.

Tírame mi balónWhere stories live. Discover now