Capítulo 38 (II)

36 11 3
                                    

Toqué la puerta frente a mí y espere un rato, sin embargo, al no oír respuesta volví a tocar.

—¡Voy! —gritó alguien.

Nerviosamente miré la hora en mi reloj de mano eran cerca de las ocho. Desvié mi vista a la puerta del hotel que me había indicado Narciso y resople con impaciencia. Espere otro rato y por fin la puerta fue abierta por Clavel. Había encontrado la habitación correcta.

—¿Samuel? —cuestionó asombrada y me sonrió—. Hola, ¿cómo estás? ¿Qué te trae por aquí y cómo llegaste?

—Estoy bien... Vine a hablar contigo, Narciso me dio la dirección —expliqué algo nervioso.

—Entra —sugirió Clavel y termino de abrir la puerta—. Perdona el desorden. En ocasiones soy muy desordenada. Dicen que el desorden de la habitación refleja el desorden de la vida de la persona. Creo que la mía está patas arriba.

Como no sabía arquear una ceja subí ambas ante lo dicho. Al entrar noté porque decía lo anterior. El lugar estaba con cajas por el piso, bolsas de comida encima de cualquier estantería y otras cosas fuera de lugar. Era un desastre. Clavel cerró la puerta y corrió a quitar varias cosas de un mueble doble y me hizó un gesto de que me sentará, luego cogió un plato lleno de espaguetis y se sentó en una esquina del sofá.

—¿Quieres comer? —preguntó amistosa. No se parecía a la Clavel que tanto me odiaba; tampoco estaba incómoda.

—No gracias —negué educadamente y me senté en la otra esquina del muebe mientras ella comía—. Pensé que te habías ido del país.

Ella negó a la par que revoleaba los ojos y trago lo que comía terminando por señalarme con el tenedor.

—Narciso me lo impidió. Ella quiere que estemos juntos, nosotros dos, como pareja. Yo no salgo con ex de mis hermanas, tampoco de mis amigas, me da asquito. Eso sin decir que en las pelis es incómodo —explicó y volvió a comer.

Está era una nueva faceta de su personalidad muy relajada y cómoda. Era completamente diferente a lo que mostraba siempre y eso lo hacía divertido de ver.

—¿Por qué comes tan tarde? —interrogue. Ella volteó su cabeza en mi dirección con su boca llena de comida—. Traga eso y responde.

—Siempre como a esta hora porque en mi país es más temprano —contestó tras haber tragado todo—. No viniste a hablar solo de comida, ¿o si? Ya te pedí perdón. No me vengas a decir que vienes a vengarte y debo suplicar misericordia. Yo no le suplico ni a mi madre.

—No vengo a eso —aseguré divertido. Vaya ideas tenía—. Vengo con un tratado de paz.

—¿Ofreces también amistad buen señor? —cuestionó Clavel. Yo asentí.

—Ofrecería más, pero creo que ambos merecemos recuperarnos después de lo sucedido.

—Lo que tú digas —comentó ella con indiferencia y me dejó un fugaz beso en la mejilla—. Digo si a todo menos al divorcio.

Reí un poco por su ocurrencia y Clavel se levantó del mueble con su plato en mano, luego lo llevó a algún lugar y recogió todo a su paso a medida que volvía.

—Al fin pondré orden —declaró Clavel sonriendo—. Gracias por venir Samuel, ahora adiós.

—¿Así tratas a todos tus invitados? —indagué poniéndome de pie.

—Yo no te invite —indicó seria y me señaló la puerta—. Adiós.

Revolee los ojos y salí, finalmente al cerrar la puerta sonreí. Terminaba un capítulo para empezar otro nuevo.

Tírame mi balónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora