Capítulo 22

46 12 10
                                    

Mi estómago gruñía por hambre. Me levanté de la banca en donde me encontraba sentado y di una vuelta por el parque para tratar de no pensar en comida. Ya era jueves.

—¡Hey! —me llamaron.

Al darme vuelta un tomate golpeó mi hombro, algo muy inusual. Me limpié el hombro molesto y miré a Clavel que mordía un tomate que estaba entero.

—Rara. —musite mirándola mal. Me había lanzado un tomate.

—Avisa si quieres que te tiré otro. —indicó ella y sacó de su bolso dos tomates.

—Súper rara. —murmuré viéndola. ¿Qué clase de chica guardaba tomates en su bolso? —¿Qué más escondes ahí dentro?

—Tengo sal. —respondió sonriendo. — También cuchillo, pan, agua, maquillaje, vendas, medicina, gel de manos, entre otras cosas.

—¿Cómo cabe todo eso dentro de tu bolso? ¿Por qué llevas un cuchillo? —cuestioné algo asustado —Eres muy, pero muy extraña.

—Lo sé. —afirmó Clavel hablando con la boca llena —¿Gustas tomate?

—Se me ha quitado el apetito.

—¿Oíste la discusión que tuve con mi hermana? —preguntó ella caminando a donde yo estaba.

—Algo. —confesé.

—Olvídala. —pidió restándole importancia —Por cierto, he pensado que podríamos ser amigos, ¿te apetece?

—¿Hablas enserio? —indagué incrédulo.

—¿Me ves cara de estar bromeando? —interrogó muy seria.

—No. —afirmé neutro.

—Si no quieres no hay problema.

—Una vez dijiste que ni querías ser ni mi amiga ni mi amante. —recordé pensativo.

—Vale, seguiré siendo tu enemiga. —dijo con simpleza.

Enseguida giré mi cuerpo completamente en su dirección para hablar más cómodamente.

—Actúas raro. ¿Será que te enamoraste de mí?

—¿Yo? —cuestionó ella y se acercó a mí manteniendo sus ojos en los míos. — ¿Quieres la respuesta educada o la sincera?

—¿La educada? —contesté dudoso. — Mejor la sincera.

—No me gustas. Jamás te he mirado de una forma romántica. Jamás lo haría. —explicó con seriedad y al mismo tiempo una sinceridad que nunca le había visto. —Tú y yo no estamos destinados a un vivieron felices por siempre.

—¿Por qué piensas eso? —pregunté sin pensarlo. —Los sentimientos pueden jugarte una mala pasada. Nunca se sabe hasta que pase el tiempo.

—Ya quisieras que me enamorará de ti.  —bromeó ella y me dio un suave golpecito en el brazo. —¿Jugamos fútbol?

Sonreí y asentí. Ella también sonrió y por primera vez parecía feliz. Por primera vez eramos amigos.

Tírame mi balónWhere stories live. Discover now