Capitulo dieciocho

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Dejé escapar un suspiro.

—Yo no sé qué decir —alejé mi mirada apenada.

—No te estoy pidiendo que me digas nada, porque estos son mis sentimientos y no van a cambiar, aun si dices algo o no.

El sentimiento dentro de mí crecía con cada palabra suya haciendo que quisiera llorar, bailar y cantar, mi corazón parecía saltar dentro de mi pecho.

Coloqué un mechón detrás de mí oreja.

—Debo entrar —me vi reflejada en sus ojos, estaba sonriendo.

—Bien —retiró su mano tan lento que casi me jalé de los cabellos por la desesperación. Reprimí la necesidad de colocar mi otra mano encima para evitar que el calor se fuera.

Ambos salimos del auto, me entregó las llaves y nos despedimos con un movimiento de mano. Cuando estuvo lo suficientemente lejos posé mi mano en donde había estado su contacto; afortunadamente aun podía sentir su calor.

Mi madre me recibió en la puerta, llevaba una taza de café que casi deja caer sobre la alfombra cuando me vio.

¡Mierda! ¡Me había olvidado!

—¡¿Qué tienes en la cara?! —hacía años que su voz no se elevaba tanto.

Los siguientes treinta minutos fueron tan espesos como la nata. Entre preguntas y acusaciones -al parecer mi madre temía que me involucrara en pandillas y cosas de esas-, le expliqué que una niña loca me había atacado mientras practicábamos en el trabajo de Steven.

—Espero que esa..., chica, haya recibido su merecido —seguía examinando mi labio con detenimiento.

—Steven es muy estricto cuando quiere —ella alzó una ceja. —Quiero decir..., es buen maestro —cállate, Jena cállate ya.

—¿Segura que no quieres ir al médico?

—Estoy bien, enserio —aparté con delicadeza sus manos.

—Debería limpiar la herida —intentó colocar sus manos otra vez en mi rostro.

—Mamá, ya te dije que estoy bien —me masajeé la frente con cansancio.

—Espera aquí —se alejó hacia su bolsa.

Emití un bufido. Solo quería estar sola, sentía que con cada palabra que decía esa sensación de estar flotando se alejaba de mí y yo quería disfrutarla, revolcarme en ella hasta que no quedara ni la más mínima sombra de ella. Pero no me libré de dos aplicaciones de un antiséptico en spray, mi madre era un poco tosca, así que probé el sabor amargo en mi lengua.

—¡Escúpelo! ¡Pero en el baño! —me alcanzó a corregir antes de que fuera yo quien manchara la alfombra.

Subí las escaleras hasta mi habitación y por fin me hundí en todas mis emociones. Reviví cada palabra, parpadeo, inhalación y sensación que había vivido. Quería recordarlo minuciosamente para guardarlo como la más impecable cinta de video dentro de mi mente, sentía que si perdía cualquier detalle luego no podría recordarlo perfectamente. Imaginé que de tanto pensarlo, el recuerdo se gastaría en mi mente -como si eso fuera posible-.

Saqué mi celular y revisé las notificaciones, mensajes de un grupo en el que estaba con Alex y Rachel, y un mensaje de Steven: una berenjena. Él siempre tan enigmático. Solté una carcajada y contesté con una sandía; esto era tan absurdo. Nuestra profunda charla se extendió hasta terminar con todos los íconos de frutas, para entonces ya era hora de que durmiera. Finalmente él mandó un beso y yo le envié la berenjena.

Se supone que debería dormir pero no podía. Aun masajeaba el lugar donde su mano había estado y que instintivamente había protegido de la visa de mi madre. Creía que todo el mundo podía darse cuenta con solo mirarme, era como un secreto que yo tenía que guardar sin que nadie lo supiera.

No te despiertes.Where stories live. Discover now