Capítulo 4

4K 337 66
                                    


—Harry despertó...

Snape se dio vuelta, enfrentando al hombre de pie en el umbral, y torció la boca como si hubiese tragado un remedio asqueroso, pero no dijo una sola palabra; se había acercado a la ventana para escudriñar el exterior. Hacia aproximadamente una hora que había comenzado a nevar intensamente y una fría neblina se pegaba a los vidrios escarchados.

Afuera, el sol se ponía más temprano que de costumbre detrás de los jardines cubiertos por un grueso manto blanco. Ningún ruido más que el luctuoso susurro de la ventisca era audible, tampoco se veía otra señal de vida que no fuese la de un escurridizo zorro, barriendo con su hocico las pequeñas gotas de agua aglomerada en busca de comida.

—¿Cómo te sientes, Severus? —le preguntó el director con tono maternal.

El hombre volvió a correr las cortinas de un tirón y dándose la vuelta, le miró ceñudo y respondió con voz desdeñosa: —No sé, ¿cómo crees que me siento, Albus?

—Claro, claro... Comprendo —concedió Dumbledore con tono ameno e hizo un ademán invitándolo a tomar asiento en el sofá—. Siéntate, por favor...

El Omega se pasó una mano por el pelo con un gesto nervioso y regresó a su lugar junto a la chimenea, dejando caer todo su peso en el mismo sillón de cuero negro que.... su pecho subía y bajaba al compás de su respiración, tenía las mejillas encendidas como dos brasas.

—¿Qué tal un poco de té? —sugirió el mago centenario y se sentó en la butaca del frente; tomó la tetera de la desvencijada mesa de centro con ambas manos y sirvió una humeante taza.

El Jefe de las Serpientes resopló. Sentía un fuerte deseo de escapar, de correr, correr lejos y lejos, sin voltear, porque sabía que su vida estaba a punto de cambiar drásticamente. Podía sentirlo en los huesos, como si estuviera de pie al borde de un precipicio y no supiera si dar un paso al frente o marcha hacia atrás.

—No, gracias. Si no te importa, preferiría algo más fuerte que una infusión de hierbabuena y sacarosa... —indicó el pocionista y un vaso de ambarino líquido se llenó y flotó etéreamente hasta su mano, seguido de cerca por una licorera de cristal.

El mago de ojos cielo alzó su taza e inspiró, apreciando el dulce aroma antes de dar un sorbo y agregar: —Calma, amigo mío. Todo se solucionará.

El exmortifago se bebió el licor de un trinco y exhaló hondo, estremeciéndose, volvió a llenar el vaso, después del tercero, dijo encolerizado: —¿Calma? ¡¿Calma?! —Golpeando el vaso contra la mesa, se reclinó en el respaldo, hundiendo las uñas en el apoyabrazos de cuero—. ¡¿Cómo puedes pedirme calma en ésta situación?! ¡¿Cómo?!

—No siempre se puede controlar todo lo que uno siente, Severus...

—¡Pero sí se puede controlar todo lo que uno hace! Y yo... —lo interrumpió éste con gravedad—, no pude controlar ni lo uno ni lo otro... ¡Ninguno! ¡Ni lo que siento! ¡Ni lo que hice! —Cerró los ojos y dos gruesas lágrimas le resbalaron por las mejillas—. De qué solución me hablas, Albus. ¡¿De qué?! —Snape demandó sin abrir los ojos—. ¡Ya no hay soluciones para mí! ¡No las hay...! —añadió, tapándose la cara con ambas manos y llorando con ganas.

El ex-profesor de transformaciones no respondió, sólo apartó la mirada del rostro lloroso, como si las lágrimas del pocionista fueran indecorosas. Sabía que no había peor ultraje para Severus que la compasión.

—Estoy condenado, Albus —profirió el hombre de piel cetrina entre sollozos—. ¡Condenado, ¿me oyes?! ¡Condenado!

—Sí —confirmó el director de Hogwarts con naturalidad, posando la taza sobre la mesa—. Así es, pero...

Odio y Posesión (Snarry/Omegaverse) EDITADO. Where stories live. Discover now