Capítulo 2

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Verdes... ¿Por qué verdes y no marrones...? ¿Por qué ver...des...?

De pronto, un baldazo de agua helada le pegó en pleno rostro. ¡Verdes! ¡Ojos verdes! ¡Cabello revuelto!

Severus giró medio cuerpo con los vellos de la nuca encrespados; analizó el semblante delante de sus ojos, e inmediatamente el pánico se imprimió en cada fibra de sus músculos.

—T-tú... Oh, dios... —sólo atinó a tartamudear.

Harry Potter. El tan afamado Niño que Vivió, lo miraba con la boca entreabierta y los ojos desenfocados, durante al menos medio minuto; chorreando baba y resoplando como un infernal perros rabioso.

—Shhh... Aquí estoy... —pronunció el muchacho en voz baja, casi pastosa, mientras su trepida pero cálida mano se posaba contra las pálidas mejillas del Omega; acariciándolo, como a un retoño desconsolado.

Un escalofrío recorrió el largo y ancho de la espalda de Snape, meneandole las entrañas. Los ojos se le saltaron de las cuencas al percibir el intenso aroma de sus almizcles combinados, y captar el enérgico palpitar del corazón del hijo de Lily contra sus oídos.

«Oh, dios... No, no, no. ¡Por favor, no! ¡Qué esto no sea real!», pensó el Jefe de las Serpientes horrorizado. «¡No! ¡No es real! ¡Ésto no es real! ¡Ésto no es real! ¡Es un sueño! ¡Ésta es una horrible pesadilla! ¡Dios, quiero despertar! ¡Quiero despertar!»

El pocionista luchó para quitarse el cuerpo del menor de encima; retorciéndose, lloriqueo sumido en la desesperación.

«¡No, el hijo de...! ¡No! ¡No!»

Él no se había dejado gobernar por la lujuria desmedida, por los instintos más básicos de su cuerpo, apresando, enjaulando su alma afligida y atormentada en la lúgubre frondosidad de la melancolía perpetúa.

Severus alzó un brazo, pasándolo a la altura de su hombro, falló al intentar golpear con el puño la cabeza del hijo de James; su mirada era demente, como la de quien había caído en la esquizofrenia; con un nuevo intento logró tironear el cabello y arañar los oídos.

Desconcierto y desesperación se apoderaron del Gryffindor en partes iguales. No sabía cómo aquietar a su amante, ¡ni siquiera estaba seguro si ésa era la reacción que debía esperar! Había escuchado innumerables historias sobre el frenesí de cópula, fanfarronería de otro de su misma especie, cosas como que un Alfa incluso podían llegar a masticar vigas de acero con tal de alcanzar su objetivo, pero jamás había oído hablar de un Omega que agrediera físicamente a su compañero durante la faena.

Potter ni siquiera tuvo tiempo a soltarse del jalón de cabello, Snape le empujó con todas sus fuerzas hacía atrás, tirando del nudo que los unía; intentando forzar la separación, sin importarle sufrir un desgarro, o que a él se le fracture el pene.

Un desagradable temblor recorrió todo el cuerpo del moreno, e intensas luces blancas brillaron delante de sus ojos; apretó los dientes y cerró los ojos con fuerza por el abrumador dolor, manteniéndose completamente quieto. Cuando el dolor menguó apenas un poco, dejó escapar un quedo quejido entre sus labios.

El profesor de pociones de nuevo intentó hacer que perdiera el equilibrio, dándole varias patadas en la rodilla. Harry logró trabarlo, aplicándole una llave de yudo alrededor del cuello, mientras que con el otro brazo lo envolvía por el torso, para no perder el equilibrio, pero las uñas del pocionista se clavaron en sus muslos, desgarrado la piel.

—¡Calma! ¡Calma! —le gritó, sacudiendo la cabeza—. ¡Cálmese, por favor!

Cuando el menor comprendió que esa sería una tarea más que imposible, hizo lo primero que instinto le marcó. Lo mordió. Hundiendo profundo los colmillos sobre la marca de acoplamiento y chupando con ganas, llenándose la boca con el metálico sabor; gruñendo desde la profundidad de su pecho.

Odio y Posesión (Snarry/Omegaverse) EDITADO. Where stories live. Discover now