Capítulo 3

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Lunes, 16 de noviembre de 1998

17:37 hs.

Harry fue cegado por una fuerte luz apenas intentó abrir los ojos; su cabeza dolía como el infierno. Trató de girarse sobre su estómago y taparse la cara con el brazo, con una almohada o con lo que fuera, pero no pudo.

Algo... algo no estaba bien...

Parpadeó desorientado, veía todo borroso y su cuerpo se sentía pesado, como adormecido; ninguna extremidad le respondía y tenía la garganta seca y rasposa, como si hubiera tragado un desierto de arena. Apretó fuertemente los ojos, luego volvió a abrirlos y respiró con profundidad; percibiendo un aroma raro e intenso, era algo caliente y húmedo, no llegaba a ser desagradable del todo, pero, tampoco era perfume de rosas, olía como a sudor mezclado con...¿con semen?

El Alfa en su interior se exaltó, intentó erguirse, luchó por mover brazos y piernas, pero éstos inmediatamente se tensaron; lo único que consiguió fue angustiarse aún más.

¡No podía moverse!

Alzó como pudo la cabeza, intentando observar a su alrededor, pero no logró reconocer nada, ni los objetos ni el lugar; el terror comenzó a atizarle la espina dorsal. Desesperado, intentó recordar, ensayar una y otra vez múltiples escenas en su mente, encajar cada pieza en su lugar, pero, ¡nada! ¡No conseguía nada! ¡Su mente era un caos!

Sólo recordaba que la noche anterior se había despertado por un ruido extraño y se había asomado por las cortinas, pero lo único que encontró fue a Ron roncando como morsa. Entonces, él se volvió a meter adentro de la cama intentando conciliar el sueño, pero todo intento fue inútil. Al rato de rodar de arriba abajo y de una esquina a otra de la cama, su estómago rugió, así que se había calzado los zapatos y bajó a robar algo de la cocina.

También recordó caminar y caminar por los pasillos y... luego seguir caminando... y en aquel momento fue cuando el olor más dulce de su vida le asaltó y... y después... después ya no recordaba nada...

—Tranquilo muchacho, recuerda que debes respirar para seguir viviendo... —dijo con aplomo una inoportuna voz.

Harry giró la cara con brusquedad, mientras un gutural y atormentado rugido abandonaba la profundidad de su garganta; sus ojos estaban rojos y desorbitados, su respiración turbada y sus garras desplegadas, mientras echaba tarascones al aire con sus largos y afilados colmillos; batallando desesperadamente por soltarse.

—Shuuu...Tranquilo.... Sólo conseguirás lastimarte —repitió la voz intrusa. El Niño que Vivió sintió como un cuerpo macizo y pesado se hundía a la par suya, asfixiándolo—. Ten... con éstas te sentirás más cómodo...

Algo frío y metálico tocó la punta de su nariz, y luego todo a su alrededor se aclaró como por arte de magia.

«¡Mis gafas!», él pensó, con un jadeo de emoción.

Ni lento ni perezoso, Potter barrió con sus ojos el lugar donde se encontraba y... No... No le era familiar en lo absoluto...

Era un cuarto bastante amplio, o tal vez así se veía porque la única cosa sugerente era la cama de doseles de brocato verde y plata en el centro que a la izquierda convivía con un pequeño buro de ébano y a la derecha con una ventana, más allá había un escritorio y una silla de igual material pegados a una pared; al éste había un arcón, al lado de un vetusto armario. Todo era tan austero. No había muchos adornos. Resaltaba al ojo que su habitante era alguien práctico que odiaba las cosas superfluas.

Sin embargo, lo que sí capturó su atención fue un hermoso tapiz hindú que colgaba en la pared norte de la habitación, justo por encima de la rústica chimenea junto a la primera puerta. El mismo parecía estar encantado, representando hipnóticas figuras que mutaban cada tanto, era tan cautivante y exquisito que bien podría hacerle llorar con su belleza.

Odio y Posesión (Snarry/Omegaverse) EDITADO. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora