36. León.

194 43 281
                                    

4 de Julio del 2000. Era Pasada.

7:40 PM

Un niño de cinco años se perdió en el cementerio. Caminó sin rumbo en busca de su familia, desesperando hacia el atardecer. Sin más refugio que criptas y mausoleos entre altos y viejos arces, soltó el tímido llanto esperando ser hallado.

Al pasar de los minutos, una mano amiga reconfortó el hombro del pequeño haciéndolo alzar la vista. Una sonrisa alegre lo recibió, tan radiante que se veía claramente incluso con el sol del ocaso tras él, iluminando su cabellera blanca cual aureola. «¿Es un ángel?», el iluso niño así lo pensó, puesto que aquel amable hombre, de no más de 35 años, era su salvador.

—¿Te perdiste, pequeño? Ven con nosotros, buscaremos a tus papás —Jacob tenía aquel don; cuando sonreía, ni siquiera un pequeño asustado podía dudar de sus buenas intenciones. Su mano extendida fue instantáneamente aceptada.

—Busco a mi abuelo —habló el niño al ponerse de pie, sin soltar su mano para comenzar a caminar.

— Tres cositas, mi amor— habló Valentín discretamente al oído de su novio— ¿Seguro de que no es un fantasma? No estés adoptando espíritus o me pongo celoso. Segundo ¿Su abuelo lo trajo o está bajo tierra? Pregúntale. Y tercero... Está bonito; cárgalo y nos lo llevamos. A la mierda su familia, seremos buenos papis.

Jacob soltó una risotada nada digna del ambiente por el que caminaban. El niño no escuchó los comentarios de Valentín, le bastaba con la escandalosa risa del peliblanco para reír con él, era sumamente contagioso. El hombre con pequeños ojitos de gato, por otro lado, llamó su atención sin necesidad de saludarlo siquiera.

— ¿Por qué estás cojo?— la ingenuidad del niño lo salvó de las acostumbradas palabrotas de Valen.

— ¿Y tú por qué estás tan enano y blancucho?— mañoso, altanero, nada digno de un adulto de 30 años. Valen ganó un codazo de su novio y su mirada de decepción.

— Le falta una pierna— aclaró Jacob con naturalidad. El niño abrió los ojos de espanto.

Fue una larga caminata para el bailarín de Sant'alessio. No; nada relacionado al esfuerzo físico, el desafío fue mediar entre dos "niños" que parecían compartir la misma neurona. Pero bueno; podía con uno de 30 a diario, así tal cual lo amaba. Aguantar a uno de la mitad del tamaño y edad acorde a su actitud, era un extra soportable, haciendo valer su apodo de "el señor paciencia".

— ¡León!— Exclamó la madre al verlo a la distancia, cercana al acceso del cementerio. El niño albo cual osito polar se despidió de Jacob y Valen con una sonrisa antes de correr tras ella— ¡Oh! Mi pequeño ¡Te hemos buscado tanto!

— No debió perderse— Valentín, molesto hasta la médula, no sabía callarse. Jacob sintió el dolor de cabeza ascender de golpe, su chico no iba a disimular— Si le sueltas la mano no le quites un ojo de encima, mujer, que si sufría un accidente no salía más de ahí. Agradece que lo encontró buena gente y no algún enfermo.

La disputa se extendió cuando la homofóbica señora, ofendida, insinuó que un par de homosexuales no sabía nada de niños para hablar así... Fue como lanzar gasolina a una fogata, y no fue Valen quien estalló, sino Jacob en defensa de ambos.

Lamentable. La escena culminó con los guardias sacándolos del recinto a ellos y a la familia de la mujer. Ya en el estacionamiento, cada quien siguió su camino; ahí terminó todo, sus destinos no tenían por qué volver a cruzarse... Eso, si aquel encuentro hubiese sido casual.

— ¿Qué opinas de aquel hombre?— En el vehículo, entre sus padres en el asiento trasero, el pequeño León fue interrogado por su madre.

— Fue muy amable ¿Por qué les gritaste, mami?

UntermenschWhere stories live. Discover now