5. Juicio.

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25 de febrero. 253 N.E.

8:00 PM

Mi mente se desconectó súbitamente de la realidad. El ambiente ya oscuro de la sala de incubadoras se tornó borroso, mi respiración excesiva y veloz.

Mareado, temblando, no podía ponerme de pie, arrastrándome hacia atrás hasta chocar con la pared... Entre las siluetas doradas de las incubadoras, los ojos blancos de la muerte se me acercaban, susurrando desear llevarse a mi compañero.

«Basta, estoy alucinando, esto por estrés ¡pánico! Necesito calmarme».

Solté un grito, el llanto al sentir la mano fría y oscura aplastar mi pecho, dificultándome respirar, convirtiendo mi corazón en un martillo bombeando a golpes hacia mi cabeza. Dolía, todo dolía en desesperación.

«Mierda, si no me controlo voy... voy a morir. Voy a morir; ahora, tan tontamente, por miedo».

—Yunki, ten calma: respira profunda y lentamente— oí a mi compañero.

—J-Jung. Por favor —balbucee. Cegado por el ataque de pánico no supe de su posición, mas estiré los brazos suplicando alcanzarlo. «Por favor, necesito que me saques de aquí ¡me ahogo!», quise gritar, sin conseguir soltar el aliento.

Cuando la muerte te abraza, incluso si escapas, jamás olvidas su gélido aliento. El perpetuo y desesperante gris del mundo inerte cernirse sobre ti... Quizá alucinaba producto del miedo, pero quienes hayan sufrido un ataque de aquellos sabrán cuán real es su amenaza cuando, a ojos del resto, nada malo sucede.

—Jung —hipé, a sabiendas de que él no podía darme lo que necesitaba en aquel momento. «Tú... No puedes ser él».

—Tranquilo. Estoy aquí, estarás bien. Respira...

Recibí un abrazo...

Calidez humana cobijó mi cuerpo tembloroso, empapado y frío. Me estremecí sorprendido, atajando el aire entre mis dedos, pestañeando con fuerza en busca de aclarar mis ojos. Respiré hondo en un gimoteo cargado de alivio al ser salvado de las aguas profundas de mi mente; al fin tenía a quién aferrarme. Su cercanía era nueva, a la vez tan familiar... envolviéndome en gentil regocijo al acariciar mi nuca y espalda. El aroma de su cuello contra el mío, su serena voz resonando en su pecho, vibrando en el mío.

Me dejé llevar por ese iluso sentimiento.

«¿Realmente eres tú?»

—¿J... Jacob? —salió de mi boca sin pensar, al cerrar los ojos. «Mierda ¡No! No puedes ser él. Él ya...»— ¡Jung! Jungie... Eres tú.

—Sí, soy yo; tranquilízate —su voz fue gentil al apartarse lentamente de mí, sosteniendo mi rostro entre sus manos— No me iré de tu lado.

Tras un último suspiro pude verlo claramente: él había encendido la luz del techo del laboratorio, estaba de rodillas ante mí, buscando mi pulso con una mano, sosteniendo mi mirada con cuidado clínico. Checaba mi salud en un parpadeo. La dulzura en su voz llegó a mis oídos como un refugio que yo anhelaba con irracional desesperación.

—Sufres un ataque de pánico —Confirmó con serenidad, asintiendo satisfecho por haberme hecho entrar en razón— Pasará. Todo está bien. Te llevaré a casa a descansar.

—Jung, lo siento —sollocé. Fui de lo más estúpido, no estaba realmente pensando en ese momento— Perdóname, por favor. Los embriones, yo...

—Shh~ silencio, chiquito~ —susurró inclinándose hacia mi rostro, hasta mezclar su aliento con el mío y juntar nuestras frentes. Me paralicé, por un segundo creí que iba a besarme— Lo que sea, lo solucionaré; puedes confiar en mí. Estoy aquí para cuidarte.

UntermenschWhere stories live. Discover now