1

848 51 19
                                    


Joaquín Pov's.

Qué empleaducho engreído, pensó Jack Torrance. Ullman no pasaría de 1,65 cm, y al moverse lo hacía con la melindrosa rapidez que parece ser especialidad exclusiva de los hombres bajos y regordetes. La raya del pelo era milimétrica, y el traje oscuro, sobrio, pero reconfortante. Un traje que parecía invitar a las confidencias cuándo se trataba de un cliente cumplidor, y que transmitía, en cambio, un mensaje más lacóni...¡Joder! Gruñó y apartó la mirada del libro.

- Eh, ¡pásala! - Grita un chico que ni conozco, es el tercer pelotazo que me cae, estúpido Roy, ¿acaso no sabe patear un balón?

No les hago caso y vuelvo mi vista al libro. Estoy bajo un árbol, que está casi al lado de la cancha de fútbol, el chico que me pidió que le pase el balón se acerca y lo coge.

- Lo siento, se le escapó a Roy. - Dice sonriéndome, asiento y sigo leyendo.

Ya lo sé, escuché su risa cuándo me calló el balonazo, gruño y sigo leyendo.

Más lacónico al ayudante contratado: más vale que sea usted eficiente. Llevaba un clavel rojo en la solapa, probablemente para que por la calle nadie confundiera a Stuart Ullman con el empresario de pompas fúnebres. Mientras lo oía hablar, Jack admitió para sus adentros que...

Un fuerte pelotazo choca contra mi hombro, gruño y me levanto de golpe, ¡a la mierda!

Apunto con el pié al balón y pateo con todas mis fuerzas, y éste le cae a un chico alto que está hablando con un castaño del equipo...joder.

Roy está mirándome con el ceño fruncido, recojo mi mochila y meto el libro dentro, y me acerco a la cancha.

- ¿Qué tienes? ¡¿qué te estoy haciendo para que hagas eso?! ¡estúpido! ¿alguna vez te he hecho algo? ¿alguna vez te he dirigido la palabra para que me tengas tanta rabia? ¡¿alguna vez?! - Le gritó a Roy, harto de todo y todos sus empujones, nunca le he hecho nada, pero siempre me molesta.

Roy es mucho más alto que yo, más musculoso, y yo soy chiquito, y sin fuerzas, quizás después de ésto él me mate a golpes, pero ya me cansé.

- No sé de qué mierda me estás hablando, maricón. - Gruñe con los dientes apretados. Es eso.

- ¡¿Es eso?! ¡Qué te importa a tí si soy gay! ¡No es de tu incumbencia, homofóbico de mierda! - Grito, y le doy un empujón, que ni lo mueve, alza el puño para darme un golpe y yo cierro los ojos, esperando el golpe, que nunca llega.

- ¡Bondoni! ¡Royer! - Grita y yo giro para mirarlo. - Royer, 50 vueltas al campo, y no quiero verte en la final... - Roy no dice nada. - ¿Queda claro? - Dice el entrenador con voz más alta.

- Si entrenador. - Gruñe y pasa por mi lado, empujándome, suspiro pesadamente.

- Bondoni, no eres de tener problemas, ¿porqué has reaccionado así? - Pregunta, y yo me encojo de hombros, todo el equipo está escuchando, y mirándonos. - La violencia no soluciona nada.

- ¿Violencia? - Pregunto con una ceja arqueada.

- ¿Vas a cuestionar lo que digo? - Pregunta también arqueando una ceja.

- No... - Digo, y mi celular vibra en mis jeans.

- Ésta vez no pondré nada en tu expediente, pero no quiero que vuelva a pasar, ¿queda claro?

- Sí.

- Sí, entrenador.

- Sí, entrenador... - Digo y él sonríe. Se gira y vé a los chicos de su equipo.

The Only Exception // Adaptación Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora