CAPÍTULO 2

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Las dos semanas se pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Cuando menos lo pensé ya era lunes por la mañana. La realidad me golpeaba duro como si fuese un saco de arena; tenía que asistir a mi primer día en esta jodida escuela. Desgraciadamente, así sucedían estas cosas. Estamos en la escuela, los días pasan como si de un reloj de arena dependiese, estamos de vacaciones y las horas y los minutos se convierten en segundos que debemos disfrutar al máximo. No sentía ni un solo gramo de emoción al respecto. No había ansiedad ni nervios y muchísimo menos, miedo. No era cobarde cuando a cambios se trataba y esta no sería la primera vez que lo fuese.

Me levanté de un salto fuera de la cama con toda la flojera instalada en mi cuerpo. Era malditamente temprano para hacer cualquier cosa. Sin embargo, aquí estaba yo, tomando la ducha más caliente de mi vida.

...

- ¿A dónde creen que van, chicos? -tan cerca... estábamos tan cerca de escapar fuera de casa que, casi podía sentir el alivio de no tener que pasar por esta incómoda situación -¡no se saltarán el desayuno especial! -advirtió con voz decidida -. Siéntense, voy a servirles su alimento más importante del día. Coman tranquilos para que su digestión se lleve a cabo con mayor facilidad.

Quise rodar mis ojos, gemir en protesta y decirle a mamá lo ridícula que me parecía la ceremonia del desayuno especial. Ella había hecho una tradición de cocinar espléndidamente cada inicio de clases. Decidió llamarlo "desayuno especial" el cuál sinceramente, no tenía nada de especial. Siempre constaba de lo mismo; hot cakes, huevos estrellados, frutilla, un poco de tocino frito y un vigoroso vaso de jugo natural de naranja.

Mi conciencia me reprimió por comportarme tan insensible y desconsiderada. Mamá se levantó una hora antes solo para cocinar para nosotros. Yo debía de estar agradecida y se lo demostraría quedándome a desayunar con una gran sonrisa.

- ¿Quieren que les prepare café o están bien con el jugo? -ofreció mientras colocaba en frente de nosotros nuestros respectivos platos repletos de comida.

-Me gustaría una taza de café, por favor mamá —no creo poder soportar mantenerme de pie sin la ayuda de la cafeína dentro de mis venas. La necesitaba urgentemente.

Me fije en mi hermana pequeña; llena de energía y positividad. Entraría a su tercer año de primaria y no era difícil darse cuenta de lo emocionada que estaba. Nadie podía arrebatarle esa gigantesca sonrisa del rostro. ¡Hasta había permitido que mamá la peinara! No le gustaba que lo hiciera, decía que le jalaba mucho el cabello. Pero se veía hermosa.

Sonreí, pues estaba siendo contagiada por su felicidad.

-Delle, te deseo mucha suerte en tu primer día de clase -dije antes de sorber un poco de café espumoso -estoy segura de que te va a gustar mucho la escuela. Te diré donde podrás encontrarme si llegaras a necesitarme en cualquier momento, ¿de acuerdo?

Asintió sin prestar mucha atención a las indicaciones que le daba, estaba bastante concentrada en su licuado de plátano achocolatado —no importa, luego te llevare yo misma. No creo que me entiendas mucho si te explico aquí.

Me enseñó sus dientes o la falta de ellos, no lose. Me encantaba verla sonreír tanto, era imposible no sentirte feliz también.

***

Mi casillero era de los de la parte de arriba -lo cual resultó ser bastante bueno-. Me permití dejar un poco de los libros que no utilizaría por el momento y dirigirme a mi primera clase. En el salón ya se encontraba la mayoría de las personas, y por consecuencia, casi todos los lugares estaban ocupados. Al final, me resigné y tomé uno de los de atrás. Dicen que es bueno no llamar la atención los primeros días, especialmente si eres «la nueva

SIEMPRE FUISTE TÚ / GRAYSON DOLANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora