PRÓLOGO:

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Llevaba una gran carga sobre mí espalda. Una de ka cual no podía liberarme ni aunque quisiese.

Desgraciadamente estaba atada a ella.

No era fácil ser el vivo retrato de mi abuela y mucho menos cuando todos en mi familia esperaban que mi mundo girara alrededor de ese hecho.

Nunca tuve el honor de conocerla, pues falleció precisamente un año antes de que yo naciera.

Era un gran reto para mí fingir que conocía a alguien tan bien como para quererla como la abuela que es, sin embargo, todo era parte del fingido teatro para mantener la salud de mi abuelo. No era necesario ser un genio para darse cuenta de su drástico cambio de comportamiento cuando se trataba de mí. Su mirada y el mismo rostro le cambiaba a uno más vivo, alegre y brillante.

Me veía y simplemente volvía a la vida.

El abuelo siempre decía que de no haber sido por mí, su depresión hubiese terminado por matarlo. Debo admitir que de alguna manera me alegró, pero a la vez me asustó. Si algo me pasaba, ¿qué será de él?

Intentaba no pensar en eso y cuidar lo mejor posible de su salud tanto emocional como física. Pero al final, no fue suficiente.

Hace aproximadamente un año fue diagnosticado con cáncer. Los doctores nos habían advertido fríamente que no sobreviviría más de siete meses, y lo hizo, sí que aguantó. Hasta que un día, inevitablemente sucedió; su corazón dejó de luchar.

Como era de esperarse, yo fui la que más resintió su muerte. Y es que, literalmente mi vida se había enfocado en atender y cuidar de él.

Deje de comer, de convivir con la gente, de intentar. Mi corazón dolía tanto por mi pérdida que terminé refugiándome en las cuatro paredes de mi habitación. Mis padres al principio pensaban que era una simple tristeza. Me refiero a que, bueno, ellos también lamentaban su muerte y guardaban luto. No obstante, después de unos meses las cosas no cambiaron en lo absoluto para mí.

No podía seguir adelante.

Intentaron de todo conmigo. Me llevaron al terapeuta, tomé medicamentos, hablaron y hablaron conmigo sobre el mal que me estaba haciendo. Pero nada resultaba ser suficiente, nada de eso podía regresármelo.

—Hola pequeña —Saludó papá. Estaba recargado sobre el marco de la puerta —¿Puedo pasar?

Asentí con la cabeza mientras hacía a un lado el libro que anteriormente me encontraba leyendo. Me preparé para enfrentar -nuevamente-los reproches de mi padre respecto a mi apático comportamiento.

—¿Cómo te sientes? —La misma pregunta de siempre.

—Me siento bien, gracias por preguntar —Fingí, nuevamente, una pequeña sonrisa.

Me miró, sonriente. Llevaba puesto su traje gris, corbata azul marino y camisa blanca. Olía a shampoo y a perfume de hombre. Se acercó a mi cama y se sentó sobre la orilla.

—Me alegra escuchar eso —Contestó, hizo una pausa antes de continuar —. Hija, sé que piensas que he venido para darte otra charla sobre... bueno, ya sabes de qué —La última vez que había intentado nombrar al abuelo me había quebrado en un llanto inconsolable.

Me tensé inmediatamente. No quería empezar con ese tema de nuevo.

Trague pesadamente—: Tú madre y yo hemos estado hablando, ¿sabes? —Hizo otra pausa antes de seguir— Estuvimos discutiendo bastante sobre el tema. De hecho, tus hermanos ya están al tanto y queríamos hacerlo contigo también. Tú madre me ha dicho que fuese yo el que te dijera esto, pues en realidad ha sido idea mía...

No pude evitar fruncir el ceño totalmente confundida. Ahora sí me habían tomado con la guardia baja. No tenía idea de lo que vendría a continuación.

—Como ya sabes, la empresa dónde trabajaba ha hecho corte de personal y lamentablemente, me he quedado sin trabajo —algo así había escuchado —. Afortunadamente, mi jefe y yo manteníamos una relación muy buena y consiguió una increíble oferta para nosotros.

—Suena genial, me siento feliz por ti —contesté, sincera. Había estado más de dos meses enteros buscando empleo, llenando solicitudes y enviando curriculums sin obtener suerte. Me sentía mal por él cada vez que llegaba a casa por las noches sin éxito —. Estoy segura que te ira muy bien. Eres responsable, puntual y muy dedicado en lo que haces. Si estás nervioso, no deberías. Personas así siempre salen adelante.

Sonrió en forma de agradecimiento y no dijo nada más. Algo en sus ojos me decía que eso no era lo único por lo que había venido a mi habitación. Es así como después de esperar varios segundos sin obtener respuesta, me limite a decir —: ¿Eso era todo lo que planeabas decirme?

Hizo una mueca, dudoso —: No, bueno, en parte sí -parecía nervioso, lo cual solo incrementó mi curiosidad.

—Puedes decírmelo, ya lo sabes —insistí, nerviosa.

Asintió lentamente antes de soltar un largo suspiro—: Bueno, es que... —dudó un par de segundos más antes de soltar de golpe—, resulta que... la oferta de trabajo es en otra ciudad. Y antes de que digas cualquier cosa negativa al respecto, merezco que me escuches. Creemos que nos viene muy bien alejarnos de los malos recuerdos y no lo sé, comenzar de nuevo. Hija, tú eres una chica inteligente y estoy seguro que sabes lo que es mejor para ti. Puede que al principio nos parezca duro y lo más seguro es que nos cueste trabajo adaptarnos al nuevo entorno; pero es solo así que podremos superar nuestras expectativas de vida, cariño. Piénsalo Meredith, es una gran oportunidad para toda la familia...

_*_

Llevaba viviendo en esta pequeña ciudad por más de diecisiete años, por supuesto que la idea de dejarlo rompía mi corazón y lo llenaba de nostalgia.

La despedida no fue tan dramática como me lo había imaginado. Hubo lágrimas y ese tipo de cosas que hace la gente al despedirse pero absolutamente era algo con lo que podía lidiar. Nunca tuve una mejor o mejor amigo, así que nadie lloraría por mí ausencia de igual manera. Sí, extrañaría a mis compañeros de clase, la comida local, la vecina Maggie y al guapísimo de Gabe, pero... sinceramente, me resultaba un poco liberador el poder irme de este lugar.

Bastante liberador.

Como quitarme un gran peso de encima.

Era... libre.

SIEMPRE FUISTE TÚ / GRAYSON DOLANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora