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Esta historia es cruda. Muestra una realidad cruel y áspera.
No esperes un cuento en donde dos chicos se enamoran y viven felices, no siempre acaba todo en color de rosas.
Kaeya tiene un secreto...
—¡¿Qué estás haciendo?! —Intentó susurrar lo más bajo posible, lo cual no le resultó en casi nada.
—Te estoy defendiendo, idiota. Ahora vámonos. —Se levantó bruscamente de su sitio y tomó fuertemente el brazo del contrario.
—¡Espera, n-no quiero irme! —Pudo sentir cómo el más grande lo jaloneaba con fuerza hasta finalmente poder alejarlo de esa mesa. Los dos integrantes faltantes, no pensaban quedarse callados al presenciar tal escena descortés.
—Sr. Diluc, no trate así a su propio hermano —habló el azabache.
—En primera, no es mi hermano, en segunda, no se meta.
—Vamos, vamos, calma todos. —Esta vez, el que intentó tranquilizar toda la situación fue el de ropas con tonos grises.
—¡Tú también, cállate! —Colocó al moreno detrás suyo—. ¡Cállense los dos, no dejaré que mí kaeya caiga en sus sucios trucos!
—¡Diluc, la gente nos está mirando, cierra la boca! —el Forcejeo del más bajo aumentó—. ¡Estás siendo paranoico!
—¡Quieto!
—¡Suéltame!
Xiangling intentó intervenir, pero el azabache fue más veloz y en un movimiento rápido y preciso, de un fuerte codazo apartó al pelirrojo posesivo del peli-azul. Kaeya tambaleó, pero logró mantenerse en pie gracias a unos fuertes brazos que lo sostuvieron.
—Gracias, Zhongli.
—No te preocupes. —Ambos esbozaron una cálida sonrisa.
—¡Te dije que te alej-!
—¡Obstrucción del flujo! —Una veloz y potente ola se hizo presente, no atacó ni lastimó a nadie, pero logró empapar a la mayoría, Nobile, extrañamente, hizo aparecer su arma y había convertido su arco en dos espadas que seguidamente se convirtieron en una lanza, y gracias a eso, logró cometer aquel acto que dejó a la mayoría anonadados y con agua en los ojos.
Diluc limpió con su brazo derecho toda su cara, las gotas caían sobre todo su cuerpo y su ropa se le pegaba a la piel, lo cual era incómodo y asqueroso.
—¡Kaeya! —Fue lo primero que dijo al recuperar la visión, pudo observar al azabache limpiarse el rostro de igual forma, al devolver la vista a su pecho, el peli-azul que estaba entre sus brazos, había desaparecido—. ¡¿Dónde está?!
—Yo no... —No pudo terminar su frase ya que escuchó unas fuertes y chispeantes pisadas ir directo a él.
—¡¿A DÓNDE MIERDA SE LO LLEVARON?!
—Tranquilo, no tengo idea en dónde está, pero puedo asegurarle, que también estoy preocupado por la seguridad del joven Kaeya —habló serenamente, intentando tranquilizar a la feroz bestia que tenía en frente suyo.
—Lo repetiré una vez más, ¡¿en dónde está MÍ kaeya?!
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Por otro lado, Kaeya ahora estaba forcejeando con otro tipo de pelirrojo, esta vez, con el joven Nobile, su secuestrador. Lo llevaba estilo princesa, tocando sin ningún descaro su parte trasera.
—¡Oye, suéltame!
—Nop.
Su manera infantil de hablar comenzaba a fastidiarle, al ver bien el lugar, se dio cuenta que se encontraban saltando sobre los tejados de las casas, asustando y sorprendiendo a varias personas que allí había, disfrutando de la noche.
Al estar a tal cercanía del cuerpo del anaranjado, pudo notar como sus músculos se movían levemente con cada salto que daba, su carita era como la de un ángel, pero su físico era sorprendente, el peso de kaeya no le hacía incomodidad alguna al saltar sobre aquellos tejados.
—¿A dónde vamos? —preguntó más tranquilo.
El contrario no respondió nada y se limitó a seguir sonriendo de forma macabra.
Los tejados comenzaron a dejar de aparecer, habían llegado a las afueras de la ciudad, el bosque se encontraba delante suyo. Una pequeña risilla salió de los labios del más alto y saltó del último tejado, logrando impactar los pies firmemente en el césped, sin hacerse daño alguno y con Kaeya aún en brazos.
Se adentraron en el bosque y arrojó como un saco de papas al pobre moreno, logrando que soltara un leve pero audible jadeo.
—Que oportuno.
Kaeya no entendía bien sus palabras, pero al darse cuenta, recordó que antes de ser llevado, el de tez blanquecina había soltado una especie de habilidad definitiva contra Diluc, logrando que bajara la guardia y lo tomara fácilmente.
Por ende, sus ropas estaban mojadas, principalmente la del más bajo, su cintura se marcaba aún más, la ropa se pegaba en su cuerpo y comenzaba a incomodarse debido a esa sensación.
Una fugaz mirada recorrió el rostro del Fatui, sus ojos representaban la mismísima lujuria, esa mirada la conocía muy bien.
Sea como sea, debía mantener toda su concentración en el plan, debía seguir con aquel plan cueste lo que cueste, no podía doblegarse ante nadie ahora. Aunque eso signifique pisotear su orgullo.
Aún estando sobre el frío césped, levantó su cadera y se puso lentamente de rodillas, poniendo su columna derecha y sus manos en medio de sus muslos, mirando obedientemente hacia arriba.
—¿Quieres probarme, lobito?
—Estás jugando con fuego, Kaeya. Sé lo que tramas.
—Que casualidad, yo también sé lo que tramas, somos tan iguales —respondió sarcásticamente.
—Veamos quién logra sacarle más información al otro.
Y así, comenzó el juego. Un juego pervertido e inhumano, en donde las verdades se revelarán en forma de gemidos y placer por parte de ambos integrantes de aquel juego de seducción.
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