La primera vez

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Natalia

Y llegó el día, ese que espere por demasiado tiempo. En unos pocos minutos estaría sentada frente a ella. Tenía los nervios a flor de piel, sentía que por momentos me faltaba el aire y que el reloj se había detenido completamente y los minutos se hacían horas. No sabia que hacer, ni que esperar de todo esto la verdad. Quizás nada mas verla hiciera que mi corazón se parase o que latiera con tanta fuerza que me provocara una arritmia mortal- pensé tantas cosas, tomando aire en bocanadas tratando de serenarme.

Hasta que un recuerdo golpeó mi mente, han pasado ocho años, ocho malditos años de ese día en que cometí el peor de los errores.
Ese fue el ultimo día que la vi. Aún recuerdo cómo empezó todo, tenía solo seis años cuando la vi por primera vez.

Había llegado a la puerta del Instituto Santa Mónica, mi madre depositó un beso tierno en mi cabeza, salte a su cuello con mis brazos y me aferre a ella fuertemente, no quería ingresar. Era mi primer día y no me venia nada bien ser la nueva.

Solo serán unas horas cariño, Elena y Santi ya han entrado sin problemas- dijo mi madre con una sonrisa y su voz dulce tratando de darme calma para que al fin la soltara-.

Sin decir nada, solo asentí y solté el agarre de mi madre, si mis hermanos habían entrado sin problemas, no podía ser tan terrible. En ese momento me giré en dirección a la entrada, y fue cuando la ví.

Estaba de pie al lado de la puerta de ingreso al instituto, con su uniforme de remera blanca y falda de tablas color azul marino, tenia el pelo recogido en una coleta y caían unos mechones rubios al costado de su rostro, su piel blanca que parecía suave como terciopelo y en el momento que su mirada se cruzó con la mía, pude ver los ojos dorados mas grandes y hermosos que haya visto jamás. En ese momento sentí la necesidad de ser su amiga para siempre.

Me armé de valor y me acerque, ella me sonrió, tomé coraje y le pregunté- Hola, Soy Natalia, Natalia Lacunza, ¿Quieres ser mi amiga? -  timidamente, temiendo su respuesta.

Hola, yo soy Alba Reche, y me encantaría ser tu amiga- respondió extendiendo su mano, la cual estreche, ampliando la sonrisa en mi rostro.

Alba

Hoy era el día, me cambié diez atuendos distintos desde que me levanté a las cinco de la mañana, en realidad de que decidí sacar mi cuerpo de la cama, ya que eso de dormir al parecer se me había olvidado como se hacía. Miraba mi figura en el espejo una y otra vez, pero nada me convencía. Sabía que me veía bien, pero tenia tantos nervios que nada llegaba a ser cien por ciento lo justo para este momento.

Quería verme espectacular, quería que mi presencia se quedará marcada en sus ojos color café intenso que tanto conocía, que hiciera que cerrarlos y apartarme de su vista le doliera.

De repente me reprendí a mi misma- Para que coño quieres todo eso Alba?- pero para no dar una respuesta que no estaba lista para encontrar, ignoré la voz de mi cabeza como si no hubiera pensamiento alguno.

Al fin me decidí por el atuendo que más termino de convencerme y cuando estaba dando los últimos retoques a mi maquillaje, oí que María había llegado en mi búsqueda.                                                                                                                 Cariño, ya debemos irnos o llegaremos tarde, con el tráfico a esta horas de la mañana es mejor salir cuanto antes- oí que gritaba mi mejor amiga escaleras abajo-.

Y sin más, giré sobre mi misma dándome el visto bueno frente al espejo y me dispuse a bajar. Vi como los ojos de Mari  se salían casi de su centro y en su boca se formaba una expresión de sorpresa. Me había decidido por un vestido de verano color burdeos, con unos finos tirantes sobre mis hombros, y un prominente escote que dejaba entrever el inicio de mis pechos, por el medio quedaba ajustado a todas mis curvas y me llegaba un poco mas arriba de las rodillas con un tajo en su lado izquierdo sugerente.
Un maquillaje suave pero bien definido, que enmarcaba mi rostro y sobresaltaba aún más el profundo de mis ojos miel haciendo que estos llamaran la atención sobre todo lo demás. Me veía realmente guapa y estaba orgullosa de mi resultado.

Si no fuera que vas conmigo a esa reunión definitivamente pensaría  que me has mentido y te diriges a una cita con la mujer mas sexy del planeta, por que definitivamente estás de infarto cariño, menos mal que eres como mi hermana, por me dan hasta ganas de follarte- disparó Maria con asombro al verme bajar las escaleras.

Que exageradas eres la verdad, solo me arregle un poco mas de lo normal, quería verme bien- respondí bastante intimidada, notando mi nerviosismo escalar sin freno.

Un poco mas de lo normal mi coño, pues tú no se donde te has mirado niña, pero sinceramente matarás a más de una persona hoy- soltó Maria entre carcajadas, sabiendo en el fondo que yo solo quería impresionar a una sola persona, aunque también tenía muy en claro que eso yo jamás seria capaz de admitirlo.

Calla, calla y vamos- conteste mientras salía por la puerta con prisa.

****

Y allí me encontraba yo, con la mano suspendida en el aire, a punto de golpear la puerta de esa oficina y abriendo viejos y dolorosos recuerdos que creí haber enterrado en un baúl con siete llaves y tres metros bajo tierra, hacía ya tanto años.
Habían pasado ocho años, ocho malditos años, en los que había tratado de no pensar en ella, en los que había tratado de olvidar el ruido que hizo mi corazón al romperse en mil pedazos ese día. Y ahora a escasos momento del reencuentro, los recuerdos golpeando incesantes para entrar otra vez y llegar a mi mente el día que todo comenzó.

Estaba en la entrada del Instituto Santa Mónica, el primer día de clases, junto a mi madre. Yo estaba nerviosa por entrar, por hacer amigas. Me despedí de mi madre y en cuanto me di vuelta un momento hacia la acera antes de entrar, la ví.

Ella era sin dudas unos veinte centímetros mas alta que yo, su cabello negro con un flequillo que cubría sus cejas y unos ojos tan oscuros como atrapantes, la mirada mas intensa que había visto en mi corta vida. Me quede quieta observándola y sentí que una sonrisa se apoderó de mi rostro sin poder evitarlo.

Fue en ese momento que ella sonrió y de manera algo tímida se presento y pregunto si quería ser su amiga. Y claro que quería, lo supe en el momento que nuestros ojos se cruzaron por primera vez.

Desde ese momento nos convertimos en las mejores amigas que podía haber en todo el mundo, hacíamos todo juntas, para nuestra suerte vivíamos a una calle de distancia, así que todas las tardes al salir del colegio lo dedicábamos a pasar tiempo entre nosotras, aveces se unía mi hermana pequeña Marina y los hermanos de Natalia, pero la mayor parte del tiempo éramos solo ella y yo, y así éramos mas que felices.

Nos entendíamos sin hablar, compartíamos muchas cosas en común, y sobre todo nuestra pasión que era la música. Pasabamos días enteros haciendo música, cantando, bailando, tocando instrumentos. Yo siempre me incline mas por el canto, Natalia que también tenia una voz preciosa, se unia a mi en nuestros minis conciertos en el jardín de la casa, pero a ella también le apasionaba mucho crear melodías, algo que lo había heredado de su padre y para su corta edad lo hacía muy bien.

Así fueron pasando los años, sin duda mi niñez a su lado fue la mejor parte de mi vida, aunque a día de hoy me doliera mucho admitirlo y por momentos el resentimiento me nublara el juicio y eso me llevara a decir que mi infancia fue la peor, en el fondo sabía que jamás había sido tan feliz como en esos años de amistad con Natalia. A pesar de todo lo que había pasado desde mi adolescencia hasta el día de hoy, que para mi suerte habían sido cosas buenas, nada me hizo mas feliz como aquellas cosas que ya habían quedado tan enterradas en el tiempo y el dolor.    

Desde la Primera vez (ALBALIA)Kde žijí příběhy. Začni objevovat