Capítulo 15

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Maratón 2/3

Natasha entrecerró los ojos y observó el destrozo formado. Dejó caer los hombros y sus labios se tornaron en una expresión pesarosa.

–Ahora lo recojo —susurró ella, inclinándose al plato despedazado en miles de diminutos trozos y en polvos de porcelana resistente al fuego que les regaló Steve antes del nacimiento del bebé.

Bruce sintió haber roto algo tan importante para Natasha.

De pronto, su hijo se situó en el quicio de la puerta, descalzó y restregándose la mano contra los ojos somnolientos. Dejó salir un bostezo y dijo:

–¿Qué ha pasado? —El tono agudo de su voz incordió a su padre.

–Nada, cielo —Bruce aferró al niño por sus axilas y lo elevó, para que no pisase algún fragmento afilado del plato –. Se me ha caido un plato, y mamá lo está recogiendo.

Natasha frunció el ceño y golpeó con brutalidad un pedazo grande que llevaba en la mano contra el suelo. El estruendo hizo temblar al niño del susto.

Bruce apoyó a su hijo en la encimera y le entregó el poco zumo que quedaba en el exprimidor, sirviéndolo en un vaso de plástico de colores que entusiasmó al pequeño.

Banner se agachó hasta estar a la altura de la pelirroja, e intentó ayudarle; pero, ésta realizó un gesto hostil, para que la dejase en paz.

–Vete, o llegarás tarde —dijo, con aversión.

El chico observó a sus dos padres con incomprensión, a la vez que dejaba el vaso a su lado. Profirió un ruidillo agudo que pretendía ser un “¿a dónde vas, papá?”.

Mientras Bruce ponía una mueca, Natasha terminaba de limpiar, y respondía:

–Vamos, Bruce. A ver si eres capaz de dar la cara esta vez y explicarle tú a tu hijo por qué no estás...

Hasta el niño de cinco años fue capaz de advertir el sarcasmo y la crueldad del comentario.

Bruce carraspeó y comenzó a segregar sudor.

–Pues —Se colocó frente a su hijo, con sus grandes ojos demandando una respuesta –. Hijo, tengo que irme, no puedo pasar el día contigo porque tengo que ir a una especie de entrevista en el Museo de Ciencias Naturales de Nueva York. ¿Recuerdas dónde está Nueva York?

–Donde está el tío Tony... —respondió, con un gesto infantil entristecido.

Banner asintió.

–Y así ganaremos dinerito con el que comprarte los juguetes que quieras.

El niño esbozó una sonrisa apenada, y estiró los brazos, para que el científico lo bajase de la encimera. Lo que hizo una vez que el ruido de los fragmentos del plato entrechocando y cayendo en el cubo de la basura cesara.

Bruce besó la frente de su hijo, a modo de despedida, y luego se acertó a Natasha, quien le repeló la caricia. Él, sin insistir, se aproximó a la puerta y salió para encaminarse hacia Nueva York; no obstante, no hacia el Museo de Ciencias Naturales, sino a la Torre de su amigo Stark.

El pequeño se aferró a la camisa de su madre y, todavía mirando ambos a la puerta, murmuró:

–Yo no quiero juguetes si no puedo jugar con papá y contigo...

Natasha apretó los dientes, y se llevó al pequeño a su habitación para vestirlo.

Éste enarboló sus brazos en el aire, para que su madre le arrebatase la camiseta del pijama, y para que le colocase una camisa de un tono magenta. Le ayudó a ponerse unos pantalones pesqueros vaqueros y le ató los cordones de unas zapatillas azul marino. Peinó su hermosa cabellera rubia, mientras observaba su rostro sonriente.

Natasha dejó a su hijo en el salón, en tanto ella se vestía con un vestido azul arándano, y una chaqueta verde.

Al verla, su hijo soltó una exclamación y profirió:

–¡Qué guapa estás, mamá!

–Tú también, cielo —Le ofreció sujetar su mano, lo que el niño hizo.

–¿A dónde vamos?

–Vamos a ir a pasear por Nueva York, y quizás después, a visitar a tu padre...

***

Beauty and the Beast [Natasha Romanoff x Bruce Banner]Where stories live. Discover now