14 | Valentina

Začít od začátku
                                    

—Para ya.

—¿Qué he hecho ahora?

—Ser tan así. —Hice una pequeña pausa—. Ser tan tú. No merezco que me trates así.

—¿Por qué piensas eso? Sabes perfectamente que no te diría, estás cosas si no fueran verdad.

Y tenía razón, sabía a la perfección que iba a decir lo que pensaba. Pero parte de mí no podía evitar pensar que siempre había una segunda intención en todo. Y que a pesar de que intentase no pensar de esa forma, a veces no podía evitarlo. Mi anterior pareja y él no se parecían en absoluto. Alessandro a su lado quedaba como un dios.

—Nena, ¿en qué piensas? —me preguntó al notar lo distraída que estaba.

—En nada —dije automáticamente.

—¿Segura?

Asentí levemente, a pesar de no creer mucho en mi respuesta, esperaba que él no lo hubiera notado.

—Está bien —dijo el chico no muy convencido, pero dejó pasar el tema y cambió de rumbo la conversación—. ¿A qué hora vienes mañana?

—No lo sé. Voy a ir antes a la habitación de Bianca para prepararnos, así que supongo que voy a ir temprano. Necesitamos tener el tiempo suficiente para prepararnos y así ir bien a la fiesta. Que sepas que esperamos que vosotros también os disfracéis bien y que vuestro disfraz no sea cutre.

El muchacho emitió una pequeña risa y después me miró negando repetidas veces.

—Créeme, Fabio no va a dejar que eso ocurra. Que por cierto, ya tiene las máscaras que queríais.

—¿Sí? ¿Las puedo ver? —pregunté con curiosidad.

—Voy a ver si me las deja mostrar —comentó a la vez que se levantaba de su cama.

Salió de la habitación y me dejó unas vistas bien exquisitas de su abdomen, pero no le digáis que yo he dicho esto.

Con tranquilidad se dirigió hacia otra habitación, la de Fabio y entró en esta como Pedro por su casa.

—¿Dónde tienes las máscaras?

—¿Por qué? Epa, ¿estás hablando con mi cuñada? —escuché que comentaba Fabio—. ¡AY! ¡No hace falta que me golpees bastardo! Yo solo quería saludar a mi cuñada. ¡Basta! No me vuelvas a golpear.

No sabía que es lo que estaba pasando por ahí, pero por los gritos puedo suponer que no es nada bueno precisamente.

Finalmente, Fabio consiguió ponerse frente la cámara y me saludó con una sonrisa amigable.

—Hola cuñ.... Digo, hola Tina —dijo con una sonrisa mirando por detrás de la cámara—. El señorito ahora está buscando las mascarás. ¡Qué no están ahí! Están en el otro lado. Vale ya las tiene. Aunque le ha costado —dijo mirándome—. Os van a gustar, te lo aseguro. Creo que es exactamente lo que estabais buscando.

Seguidamente, Alessandro apareció en mi plano con una bolsa blanca y de esta sacó una de las máscaras igualita a la de la purga, con luces azules que rodeaban y marcaban la silueta de la cara.

En efecto, eran justamente lo que estábamos buscando con Bianca.

—Y lo mejor es que se pueden poner las luces de distinto color, por lo que pensé que podíamos ir cada uno de un color distinto —propuso Fabio con alegría.

—Pues yo no te diría que no —respondí.

—Ves —dijo mirando a su amigo—, te he dicho que iba a ser una buena idea y que iban a aceptar.

Entre París y BerlínKde žijí příběhy. Začni objevovat