Dioses Herederos (LIBRO 1)

Capítulo 19 "Espejismos"

Fuego y oscuridad es lo que veo, llanto y súplicas es lo que escucho, pero extrañamente me siento bien, la familiaridad es descomunal, y siento el
poder que me genera eso.

—Mi señor despierte ya... hay caos que sembrar—la voz lejana retumba en mi cabeza.

—¡Hades! ¡Hades! ¡Hades!—gritan mi nombre.

Busco el producto de los gritos, pero no hay nadie, solo humo y el sabor amargo de la devastación.

—Es la hora mi señor, su casa espera—puedo diferenciar la voz y es una mujer.

Sin tener control de mi cuerpo y
como si algo me llamace empiezo a caminar por el frío y piedroso suelo dejándome guíar.
El cielo es rojo, montañas negras y verdes me rodean creando una imponente imagen mientras que el gran río oscuro me sorprende y el brillo del oro me ciega.

A lo lejos veo una colina se alza y en la punta se encuentra un trono....un trono lleno de oro y abrazado por huesos, y rosas negras que por alguna razón me deja encantado dejando ver más allá una bestia inquieta que me espera.

Todo parece un espejismo.

—Mi señor despierte yá, hay una guerra que librar—vuelve a decir esa voz suave.

Mi cuerpo se siente diferente; más libre, llevo mis manos a mi cabeza cuando siento una punzada que me deja aturdido y es ahí donde me doy cuenta que no tengo nada que vista mi cuerpo, solo una especie de toga negra que me llega a los tobillos. Mi pecho arde a cada paso que doy mientras mi cuerpo desprende sombras que nublan el camino.
Todo lo que me rodea deja de ser importante cuando la figura oscura de una mujer se postra ante mí.

—La oscuridad cubrirá el sol avisando ya el temor, cuando los cuervos salgan y el viento se detenga han de estar alerta pues sangre correrá; sangre salvará, estarán rodeados de caos y maldad, su ira tienen que desatar uniéndose en uno podrán ganar.—se escucha lejana como si no estuviera frente a mí.

—¿De qué hablas? ¿Dónde estoy?—pregunto.

—600 años han pasado, los Dioses reencarnaran y el mal resurgirá, la guerra llegará la cual tienen que ganar—dice.

—¿600 años?—me confunden.

—Eres un Dios, eres Hades y así como los que te rodean tienes que despertar.

—¿Como hago eso?—la desesperación me llena.

—Sabe a donde ir mi señor—es lo que responde antes de desaparecer.

Retomo mi camino sintiendo las piedras lastimar mis pies descalzos hasta llegar a la colina que se cierne sobre mí, los lamentos y el bullicio se identifica cuando empiezo a subir los escalones quedando justo al frente del trono, como si me animaran a seguir; me esperan.