Sweetie, i'm the gift.

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Saben... A veces odio a mis muchachos,
en fin, que empiece lo bueno.

Lucciano:

Rasco mi ceja con ansiedad mientras observo el tráfico que se genera por las pocas horas que faltan para noche buena.

Han pasado dos año desde que mi novia y yo decidimos vivir juntos, es nuestra segunda navidad y yo no voy a llegar a tiempo.

Maldigo en italiano, pensando en las delicias venezolanas que me esperan en casa enfriándose mientras yo permanezco aquí como un imbécil por no haber salido temprano del trabajo.

Mi móvil vibra y viendo el nombre agendado sé que estoy muerto.

La mia principessa. —contesto y la escucho suspirar.

—¿Te falta mucho, cariño? —pregunta angustiada y mi corazón se encoge.

—Estoy a quince minutos de casa, pero con el tráfico puede hacerse como treinta minutos a una hora. —recuesto mi cabeza en el asiento. —¿Tus amigas siguen ahí?

—No, cariño, hubo un cambio de planes y decidí declinar la oferta para estar contigo.

Puedo visualizar el puchero en su rostro y estoy apunto de dejar botado mi coche con tal de complacerla.

—Estoy en medio de la calle, en cuanto se abra el paso, volaré hasta allá. —le aseguro y ella vuelve a suspirar.

—Bien, taparé la cena para que no se enfríe, aquí te espero.

—Bueno. —presiono el claxon colérico cuando intentas meterse en mi carril.

Ti amo, amore mio. — murmura en mi idioma y me derrito un poco sobre mi asiento.

Ti amo di più, principessa. —le respondo y cuelga.

»Te amo más, princesa.

—©—

Abro la puerta de mi apartamento y lo único que alumbra son las luces del árbol y la chimenea eléctrica que calienta el frío que hace en Londres.

—¡Bebé, ya llegué! —grito anunciándome.

Giro cerrando la puerta y quitándome todas las prendas que empiezan a fastidiarme por el calor.

Cuando volteo, soy absorbido por la imágen que me otorga mi novia.

Sus ojos negros seductores me cautivan, en sus labios rojos se decora una sonrisa seductora y a medida que escaneo su cuerpo cubierto por un traje rojo, que se amoldan a sus curvas y la veo apoyar sus brazos hacia atrás, dónde descansan las puntas de sus largos cabellos negros mientras abre sus piernas enfundadas por mallas.

—¿Listo para la cena?

El tono de su voz hace que caiga sobre mis rodilla frente a ella, solo para descubrir la falta de sus bragas.

—Oh cariño...

—Feliz Navidad, mi príncipe. —sonríe y estoy seguro que puedo morir en la gracia del señor luego de esta noche.

Dame una noche más [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora