—Créeme, cuando creas que estás en su grupo, te van a dejar de lado. En especial él. Tú no sabes las historias que dicen de él, Valentina. Solo intento protegerte.

—Y nadie te ha pedido que lo hagas.

—Te va a romper el corazón, Valentina. Yo solamente te aviso. Lo que dicen por ahí de él... No es el chico adecuado para ti —repitió otra vez.

No sabía si todo lo que estaba diciendo era de verdad o no eran más que palabras vacías por el enfado.

—Bueno, que sepas que esta noche también voy a salir —mencioné para avisarla.

—¿Se puede saber dónde vas?

—No lo sé. No me lo ha dicho. Me va a venir a buscar a las siete.

—¿Te va a venir a buscar? —preguntó negando—. Ah, claro. Alessandro. Más te vale que antes de media noche estés en casa. Porque si no voy a cerrar con llave para que no puedas entrar.

—¿Perdón? —comenté negando mientras soltaba una risa sarcástica—. No puedes hacer esto. También es mi casa. De hecho, en estos momentos es mucho más mi casa que la tuya. Soy la única persona que trae dinero para comprar comida y pagar las facturas. Así que hasta que no traigas dinero para contribuir, ni se te ocurra encerrarme a fuera o te juro que te echo de la casa —le advertí en modo amenaza.

Dicho esto salí de su habitación. Había ido para hablar las cosas, pero creo que la cosa no había hecho más que empeorar. Ahora era yo la que estaba enfadada con ella.

Me fui de su habitación tratando de relajarme, pero aquella conversación me había agitado demasiado, por lo que tomé las llaves de casa, mis auriculares y mi teléfono. Salí de casa y me fui a dar una pequeña vuelta. No iba a hacer mucho, pero al menos me iba a poder relajar sin que nadie me digiera algo.

En mis auriculares empezó a sonar la canción "Paper rings" de Taylor Swift.

Mi animo mejoró considerablemente con esa canción y empecé a pasear por las calles de Milán, observando todos aquellos edificios modernos. Me detuve en una cafetería a tomarme un café con leche.

La cafetería no era muy grande, pero era bastante más grande que la que trabajaba. A pesar de que el decorado era bastante similar, en esta había bastantes más fotografías colgadas por las paredes. Me puse en la cola y esperé a que fuera mi turno para pedir.

Un caffé latte, per favore —dije a la chica del mostrador. Apenas llevaba una semana con las clases de italiano y ya había mejorado bastante. También ayuda el hecho de que paso mucho tiempo escuchando a la gente hablar en italiano.

Il tuo caffè latte —dijo la chica tras un minuto de espera.

Grazie.

Tomé el café y me senté en una de las mesas libres que había.

Solía disfrutar mucho de estos momentos en soledad. Actualmente, a mucha gente le asusta hacer las cosas solo. Todo lo hacemos con gente, y está bien, pero también tenemos que aprender a hacer las cosas solos.

Nos suele asustar ir a visitar un museo solo, ir a tomar algo solos o incluso ir a un parque a leer. Tenemos el prejuicio de que si vamos solos la gente nos va a juzgar, nos va a mirar mal o van a pensar mal de nosotros. Sobre pensamos mucho.

Y lo acepto, a mí al principio me pasaba. Hasta que un día decidí empezar a hacer cosas sola. Porque si quería hacer algo y tenía que esperar a los demás, al final no haría absolutamente nada.

Saqué el portátil de la bolsa que me había traído y abrí el documento en el cual estaba escribiendo mi novela. Al principio no me salían las palabras, sin embargo, cuando ya llevaba quizás diez minutos observando la página en blanco, las palabras casi se empezaron a escribir solas. Había pasado de ser la escritora a ser una lectora más de la historia, los personajes cobraban vida.

Entre París y BerlínWhere stories live. Discover now