—Íbamos a jugar a la botella. ¿Te apuntas? —dijo una chica rubia cuyo nombre no me sabía.

—Creo que....

—Vamos, será divertido —interrumpió mientras me guiñaba el ojo.

Instintivamente, miré a Valentina, quien por su posición corporal seguía bastante incómoda y seguidamente asentí ante la pregunta de la chica.

—Está bien.

Valentina parecía querer echar a correr en ese mismo instante, pero la que parecía ser su amiga entrelazó su brazo con el de ella para evitarlo.

—No me vas a dejar sola. ¿Verdad?

—Emm... —Realmente parecía estar pensándolo bien.

—Venga, solo un par de rondas —insistió su amiga y finalmente ella aceptó.

Procura no hacer contacto visual con nadie, pese a los intentos fallidos su mirada se encuentra nuevamente con la mía.

—Sé que todos sabréis las normas. Pero de todas formas vamos a repasarlas para los que no se acuerdan —explicó Tyler—. Una persona, voluntaria, gira la botella y elige entre un beso o una prenda. La persona que le haya tocado va a ser la siguiente. Peero, en la segunda ronda la cosa ya se hace más interesante —comenta mirando fijamente el armario empotrado que había en la entrada—. Siete minutos con la persona que te haya tocado.

Lo siguiente que se escuchó fue un pequeño coro seguido de risitas y de comentarios con la persona que tenían al lado. Hice todos mis esfuerzos para ignorar a la pelirroja, pero no parecía estar muy entusiasmada.

Y en esto estábamos de acuerdo. Ese juego era una estupidez. Pero era algo típico jugar en las fiestas y yo siempre acababa en medio de todo el alboroto.

—¿Quién empieza? —pregunta Bianca a mi lado—. Necesitamos a una voluntaria.

Rápidamente una chica morena levantó la mano.

—Yo misma —comenta con una risita nerviosa.

Antes de empezar nos colocamos todos intercalados, de forma que había un chico al lado de la chica. Eso reducía las probabilidades de que te tocase siempre el mismo sexo.

La chica gira la botella, que acaba apuntando a Marco, el chico que estaba a su lado.

Ambos se miraron y hubo un pequeño silencio antes de que ella hiciera pública su decisión.

—Beso —afirma la morena y el chico asiente ante su decisión.

Los chicos celebran el beso apasionado que se dan lanzando gritos del calibre "iros a un hotel" y todas esas tonterías.

—Siguiente —comenta alguien.

El chico se apresuró para girar la botella, y dio la casualidad de que esta se detuvo apuntando a la rubia. Por alguna razón volvieron a decir beso, por lo que se levantaron y se besaron en medio del círculo.

La chica, antes de sentarse de nuevo en su sitio decidió girar la botella. Y esta vez tuve la mala pata de que me apuntó a mí.

Ella sonreía satisfecha, como si estuviera deseando esto desde hace días. Pero yo no. Yo no la quería a ella.

—Prenda —dije en voz alta mientras me quitaba la camisa negra que llevaba puesta. Volví a mirar a Valentina, quien ahora me observaba cautelosamente, a pesar de que no se le daba muy bien disimular.

A la rubia se le borró la sonrisa rápidamente y se sentó de nuevo en su sitio. No tenía intención de besar a nadie esa noche, a pesar de que tengo la fama de besar a todo lo que se mueve.

Entre París y BerlínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora