E X T R A | 1.

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POV Malia.

He descubierto muchas cosas a lo largo de los últimos meses, por ejemplo:

1. Soy bastante buena trabajando para medimaga.

2. No importa los meses y los años que pasen, una perdida siempre seguirá doliendo con la misma intensidad.

3. No sé cambiar pañales.

Observé a James y le di una mirada de auxilio cuando no pude aguantar la arcada que me producía el olor, sin embargo, mi novio estaba igual o peor que yo. Se encontraba como si alguien le hubiera lanzado el hechizo de petrificación puesto que no se movía ni un centimetro de su lugar y sus ojos seguían puestos en el pañal sucio de la pequeña, mientras fruncía el ceño.

— ¡Haz algo! — le grité, a punto de entrar en el colapso.

— ¡Qué se supone que debería hacer yo! — me gritó, saliendo de su trance y observándome con los ojos desorbitados.

— ¡Cambiaselo, estúpido descerebrado! ¡Cámbiale el pañal!

La pequeña Dora nos observaba con una sonrisa juguetona, los ojos saltones y la mano babeada que se llevaba constantemente a la boca.

Victoire y Teddy habían decidido hacer todo el fin de semana un viaje por su aniversario y, como James y yo éramos los padrinos de Dora, no nos quedó de otra más que aceptar la responsabilidad cuando aparecieron en casa de James con sus maletas y tres bolsas gigantes con cosas que supuestamente Dora iba a necesitar para después desaparecer.

Al principio pensé, ¿qué tanto puede necesitar una niña de un año y medio?

Bueno, muchas cosas, creanme que muchas cosas.

— Oh dios mío, Potter... — dije en un susurro, llevándome la mano a la boca —. Creo que voy a vomitar.

James, al pensar en la posibilidad de no tener que lidiar únicamente con una niña que cagaba mas de lo que comía, sino que de tener que sostener mi pelo mientras devolvía todo el desayuno, me apartó con cuidado de enfrente de la bebé y, con una mueca de asco, empezó a limpiarla y a dedicarse a cambiarle el pañal.

Es cierto que no era una tarea perfecta ni deseada para un chico de dieciocho años que con fuerza sabe limpiarse su propio culo por sí mismo pero... he de admitir que estaba sorprendida.

Sí, tenía el ceño fruncido en forma de asco pero, se hacía cargo de Dora con tanto cariño y delicadeza, inclusivamente había empezado a tararearle una canción ocasionando que ella soltara unas pequeñas risas y su corto pelo se pusiera de un color rosado.

Cuando al fin terminó con su tarea de limpiarla y ponerle un pañal nuevo y limpio, la cargó en sus brazos y me volteó a ver con una sonrisa, sonrisa que se esfumó y su expresión se tornó confundida al mirarme.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué me ves así?

Sonreí y me acerqué a él, hasta pasar mis dos brazos por sus hombros y enredarlos tras su cuello.

— Nada más, creo que serás un buen padre en un futuro James Potter.

James sonrió, me sonrió con aquella intensidad abrasadora, con aquella intensidad que me producía un escalofrío único e indescifrable de pies a cabeza. Se inclinó hacia mí, para unir sus labios con los míos, pero antes que nuestras bocas se tocaran unos pequeños dedos se enredaron en mi pelo y jalaron con fuerza de él, logrando que soltara un grito ahogado y sorprendido.

— Por Merlín, ¡Dora! — gruñí, mirando a la niña de un año y medio con el ceño fruncido mientras me sobaba mi cabeza.

James soltó una carcajada y balanceó a Dora de un lado a otro con lentitud y con una gran sonrisa.

Juntos por el destino » James Potter. Where stories live. Discover now