Treinta y siete || Dos Potter y una Malfoy

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Capítulo 37
Dos Potter y una Malfoy.

— ¿Alina?

— ¡Vete, Hugo! ¡No tengo ganas de hablar con nadie!

El pelirrojo suspiró y recargó su cabeza en la puerta de caoba color escarlata, justo donde una pequeña placa de oro adornaba el centro de esta con tres nombres muy conocidos para él.

Weasley, Dominique.
Malfoy, Alina.
Potter, Lilianne Luna.

Alina se había rehusado a salir de su habitación  y había optado por hibernar como si fuera una ardilla. Se mantenía encerrada, en cama bajo una buena cantidad de cobijas y había decidido no hablar ni escuchar a nadie, ni siquiera a la mismísima Lily Potter, la cual la última vez que intentó hablar con su mejor amiga recibió a cambio de ella una varita lanzada a su cabeza y una horda de insultos.

Hugo había escuchado todo y había visto cómo su prima salía de su recamara enfadada, lo había ignorado olímpicamente dejándolo aún fuera de la recámara de ambas chicas.

Entendía la situación por la que Alina estaba pasando, él no era tan unido a Rose cómo su mejor amiga lo era con su hermana, pero el tampoco habría podido soportar el trato que Malia le había dado a la rubia una semana y media atrás.

Hugo no había visto a Malia con nadie más que no fuera James y al parecer todos en el castillo se dieron cuenta de eso ya que varios tipos de rumores corrían por los alumnos de Hogwarts, todos se trataban de suposiciones acerca de la actitud de Malia.

— No me iré de aquí hasta que decidas hablar conmigo, Alina.

— Entonces puedes ir pensando en hibernar afuera de mi cuarto también — escuchó su voz amortiguada probablemente por la almohada.

El pelirrojo soltó un bufido hastiado, había decidido darle su privacidad a la chica pero ¡no la había visto en casi dos semanas! No había salido ni siquiera al Gran Comedor. ¡No le había hecho caso a la profesora McGonagall cuando había intentado sacarla de cama, condicionándola con castigarla y quitarle todo!

Hasta había faltado al partido de Gryffindor contra Hufflepuff haciendo que Dominique Weasley ocupara su lugar y Gryffindor perdiera por obvia razones, Dominique con fuerzas podía mantenerse siete segundos en una escoba sin caerse. ¡No querían saber cómo se había puesto James aquel día! Había destruido unas cuantas cosas de la sala común y le había gritado todo tipo de palabras a Alina desde fuera de su recamara, palabras que todos los Gryffindors estaban seguros que se escucharon hasta las mazmorras.

James Sirius Potter se tomaba el quidditch muy enserio.

Ignorando la privacidad de su mejor amiga sacó la varita de su túnica y tras murmurar un "Alohomora". Escucho como la puerta se abría y no tardó en adentrarse al cuarto.

Conocía esa alcoba a la perfección, ya había estado ahí más de una vez. Las tres camas individuales estaban colocadas en un triángulo, dos a las esquinas y una en el centro. Los edredones dorados y escarlata que adornaban las camas eran bellísimos, cada cama tenía unas persianas delgadas y algo transparentes de color escarlata que les brindaba un poco de privacidad a cada chica. Los baúles se encontraban al pie de cada cama con las iniciales de cada una de las chicas, unas mesas de noche de una madera color café estaban situados a lado de su cama correspondiente, encima de estos se encontraban diferentes cosas de las chicas, un gran tocador divino se encontraba en la esquina del cuarto, con algún maquillaje regado encima y con las luces del espejo levemente prendidas.

Juntos por el destino » James Potter. Onde histórias criam vida. Descubra agora