Cuarenta || Tú eres.

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Hola chicas/oss, antes de que ustedes empiecen a leer este capítulo me gustaría decirles que tengo algunas cosas que me gustaría contarles y avisarles, así que por favor es de suma importancia que lean la
nota al final de este capítulo, me harían feliz.

Las amoooo,
Pamme.

Capítulo 40
Tú eres.

Todo mundo dice que no hay nada mejor que una Navidad en familia, y claro que no hay nada mejor que pasar una noche considerada muy especial rodeada de las personas que amas, charlando de cualquier tema, intercambiando regalos y tomando chocolate caliente hasta tarde.

Las vacaciones de Navidad siempre fueron de las favoritas de Malia ya que así podía tomarse un respiro de las clases y poder ver a su familia, especialmente a su abuelo. Malia tuvo una conexión con Lucius Malfoy que ninguno de sus hermanos tuvo jamás, su abuelo era de sus personas favoritas en el mundo porque ninguno de los dos tenían que fingir cuando estaban juntos. Su abuelo se quitaba esa capa de frialdad y terror y le daba lo mejor de si: sus sonrisas, sus abrazos, sus recuerdos, las risas, los secretos... Todo lo podía consultar con él porque sabía que nunca iba a juzgarla, que siempre vería lo mejor de ella y que, si alguna vez encontraba algo malo él se encargaría de hacer todo eso desaparecer.

Cuando Lucius murió se llevo una gran parte de Malia con él, incluido sus recuerdos. Ahora ella tendría que enfrentar su primera Navidad sin él. Iba a ser una mierda, porque en esos momentos Malia en realidad lo necesitaba, tal vez él podía tener todas las respuestas que ella parecía no encontrar. Al parecer, es algo que nunca sabría con certeza.

Tocaron la puerta de su habitación y esta hizo un rechinido al abrirse, Malia levantó la vista de un libro de Encantamientos y su mirada se tornó entre confundida y alegre. El morocho entró a la habitación cerrando la puerta tras él, se acercó a la cama de Malia y se sentó al borde de esta. Le dio una sonrisa encantadora a Malia.

— Esto sí que es una sorpresa — confiesa Malia, observando como su novio recorría la vista por su habitación.

— Es todo tan...

— ¿Espeluznante? — preguntó Malia con una sonrisa burlona.

— Distinto...

— Bueno, no es una mala forma de describir mi habitación — James rió y negó con la cabeza.

— Me refiero que todo parece estar perfectamente acomodado, los colores, es todo tan tan... tan tú. Inclusivamente el cuarto huele a ti, es adictivo.

Malia rió y le aventó una almohada a la cara a James, este se quejó y Malia echó una rápida vista por su habitación. Nunca estaba desordenada porque sino su madre enloquecería y ella en verdad no necesitaba presenciar esa parte de Astoria, las paredes de su recamara eran de un color gris muy claro que casi parecía blanco, así como cuando el cielo se nubla pero el sol aun reluce en su punto máximo. Tenía un tocador con un gran espejo adornado de luces, unos cuantos perfumes descansaban en el y contenía cuatro grandes cajones que en ese momento se encontraban cerrados. En el centro del cuarto se encontraba su cama matrimonial adornada de unas sabanas color esmeralda y varios almohadones plateadas, la cabecera se encontraba pegada a la pared y justo en esta había varias fotografías pegadas de forma espontanea. A cada lado de la cama descansaban unas mesitas de noche de madera con poca cosa encima de estas; en una había un porta retratos con una foto en movimiento de Malia con Dominique y un vaso de cristal vació, en la otra había una lampara negra y un pergamino enrollado a lado de una pluma y un tintero. En la esquina del cuarto descansaba un sillón esmeralda con un cojín plateado que tenía un aspecto demasiado cómodo, mientras que un poco más lejos de este había un escritorio de madera con unos cuantos libros, pergaminos y tinteros encima, y otra pequeña lampara para alumbrar, una pequeña silla estaba bien acomodada y lista para ser utilizada. Por último había una puerta de madera cerrada que daba al vestidor y baño.

Juntos por el destino » James Potter. Where stories live. Discover now