Capítulo 22

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Christian

— ¿Quién anda ahí? — Gritó el velador al asomarse mientras baja lentamente los escalones, ese viejo lleva una lámpara en mano mientras se adentra en las criptas escrupulosamente — ¡¿Hay alguien aquí?! Llamare a la policía —

Christian sintió un fuerte escalofrío al escuchar esa voz, él y Cleopatra apenas tuvieron tiempo suficiente de esconderse detrás de un muro de piedra, sin embargo, él lleva el cuerpo cargando, y no es fácil tenerlo así, y sabe que ni siquiera tuvieron el tiempo suficiente de cerrar la tumba, por lo que van a descubrirlos, pero mientras eso sucede puso las manos de Olimpia sobre su pecho y la sujeto con fuerza para que nadie los descubra, puede moverla con facilidad porque raramente el cuerpo no está rígido, solo es como si estuviera... dormida.

— Lo mataré — Dijo Cleopatra con ojos furiosos mientras saco una daga que llevaba oculta en su chaqueta, vaya mujer misteriosa. 

— ¿Esta loca? — Dijo en voz baja cuidando que el largo cabello de Olimpia no los delate — No puede matarlo, si lo deja herido nos descubrirán...¿Y que demonios le diré al primer ministro cuando nos descubran? ¡Todo el mundo se dará cuenta que le ayude en esta locura para robar un cuerpo y creerán que estoy loco! —

Aquella mujer enarco una de sus cejas con diversión.

— Podrías decirle que amabas a su hija y que no podías vivir sin ella, así que decidiste robarla de su tumba para verla una ultima vez mas, como una historia de amor griega, trágica y romántica 

— Si claro, creerá que estoy loco — Christian bajo la mirada y sintió cierto terror al ver el cuerpo, pero cubrió el rostro de Olimpia con una chaqueta para no verla — Dios, perdóname por robar a una muerta —

Ambos se esperaron escondidos  hasta que el velador se fue seguramente para llamar a la policía porque exclamó un grito al no encontrar el cuerpo, pero el está ansioso, cansado, algo borracho y enojado, por eso esta tan animado haciendo esta locura, sin embargo siguió a esa extraña mujer hacía la salida de las criptas, caminando sigilosamente por el camino de árboles hasta llegar el auto y  como si fuera aún peor, la lluvia comenzó a caer con intensidad, mojándolos por completo, fue tanto que hasta el cabello de Olimpia gotea, preocupado y esperando no arruinarlo mas, abrió la puerta del asiento trasero del auto y recostó el cuerpo.

Se pasó las manos por el rostro arrepentido de esta locura, se jalo el cabello con desesperación al igual como lo hace su padre y cuando el ataque de histeria paso, miró con rabia a su antigua suegra, esa misma mujer que en el pasado fuera la última reina de Egipto.

Las luces del auto iluminan el rostro de Cleopatra, su piel es pálida, ya no esta bronceada, ni tampoco lleva un extraño maquillaje, de su cuerpo no cuelgan joyas y no lleva una corona, sus elegantes vestidos de la tela mas fina fueron remplazados por una chaqueta y uno simpes jeans, pero sus ojos son brillantes y su cara está llena de determinación sin miedo de haber robado el cuerpo de su hija.

— ¿Y ahora que haremos? — Pregunto Christina con coraje y en voz baja — No tardará mucho para que el primer ministro se enteré de que robamos el cuerpo de su hija, ya policía llegara y esto se volverá una locura ¡Estamos metidos en un gran problema! —

Cleopatra se quedó callada unos segundos mirando hacia la nada, como si estuviera formulando una idea, tiene ese semblante de una reina a punto de tomar una gran decisión. 

— Llévala dentro de la casa, de los guardias y de mi esposo me encargo  — Dijo acercándose hasta la puerta del auto, pasando sus manos por el vidrio como sí anhelaría tocar a su hija — No quiero que la lluvia la moje, no quiero que le pase nada, necesito que esté aquí en casa, ¿La cuidarás? Te estoy confiando lo mas preciado para una reina, a mi hija —

Christian asintió con firmeza.

— La cuidare, te prometo que nos descubrirán —

Cleopatra fijo su mirada llena de ternura en Olimpia y segundos después, lo miro a él con firmeza.

— Esta también es mi casa, tu déjame al primer ministro, recuerda que es esposo, y al final los hombres hacen lo que yo les digo, pero tú... Por los dioses, si le pasa algo a mi hija —

— Me matarás, lo sé — Replicó Christian

— Me alegra que lo sepas — Le dijo como advertencia — Pero si le pasa algo al cuerpo de Olimpia, haré que llores durante toda la eternidad, solo llévala a su habitación, cámbiate de ropa, cuídala y espérame, buscaré la forma de traerla de vuelta a la vida, ya vete de aquí ingles —  

La vio alejarse por el bosque sin miedo a la oscuridad, quizá después de tantos años muerta, cubierta de vendas y dentro de un sarcófago, perdió el miedo a la oscuridad. Pero ella es una reina en toda la extensión de la palabra, inteligente, bella y controladora, dura como una piedra, pero extremadamente tierna con Olimpia.

Una ternura que los libros de historia no describen en Cleopatra.

Al final,  Christian apagó su auto, lo escondió bajo algunas ramas de los arboles que encontró tiradas y tomó un amplio suspiro antes de tomar de nuevo en brazos el cuerpo muerto recostado en asiento trasero.

Se siente como una maldito psicópata a punto de tirar a su victima.

La acomodó sobre su hombro y entro por la puerta trasera de aquella mansión. ¿Y como conoce esa entrada secreta? Bueno porque Olimpia se la enseñó, cuando estaba viva claro, antes le pedía que fuera a verla en la madrugada para dormir juntos y el como buen caballero, tenía que hacerlo.

Al entrar trato de no hacer ruido, no quiere llamar la atención, pero todo esta en plena oscuridad, tanto que no puede ver ni sus manos, por eso tentó la pared buscando el apagador para  encender la luz  y poder ver el camino.

— ¡Demonios! — Dijo enojado al mover el interruptor con fuerza — Quizá la lluvia cortó la luz eléctrica, joder, espero que no me escuches querida Olimpia, pero llevarte muerta y entrar a tu casa en plena oscuridad, es jodidamente escalofriante —

Christian a duras penas pudo encontrar la habitación, pero cuando lo hizo dejo el cuerpo con rapidez sobre la cama porque sus brazos estaban a punto de desfallecer, esta tan cansado que parece haber hecho ejercicio todo el día, el problema que le hizo casi soltar un grito de horror, fue al escuchar el golpe sordo del cuerpo de Olimpia al caer de la cama  

— Joder, Joder, Joder, tu madre me matara por esto — La tomo del suelo y la acomodo de nuevo en la cama, le alejo con suavidad el cabello de la cara y tomo asiento a su lado admirando su rostro — Aun después de muerta, pareces una muñeca Olimpia, eres demasiado hermosa para ser real ¿Por qué demonios no me había fijado en ti antes? —

Incluso se tomo el atrevimiento de besarla en los labios. 

— Olimpia, Olimpia, Olimpia, antes te veía como una rarita, obsesionada con el pasado, hasta llegue a creer que eras una bruja — Dijo con una media sonrisa acariciándole la mejilla — Ahora depende de ti y te extraño como nunca antes lo había hecho —

Cuando el momento llego, el y Cleopatra bajaron hasta la biblioteca, no pregunto y hablo al ver todo preparado para un ritual, hasta la lluvia es escabrosa, solo tiro al suelo todos los libros y recostó a Olimpia sobre la mesa, tomo su mano y cerro los ojos al escuchar el extraño lenguaje y al ver a Cleopatra con sus manos elevados llevando consigo una extraña daga a punto de dejarla sobre su hija. 

Lo único que ninguno de los dos esperaban, es que en cuanto la daga entro en el corazón, el cuerpo de Olimpia se removió con fuerza y exclamo un terrible grito de horror. 

— Mamá

Erase Una Vez Alejandría Where stories live. Discover now