Capítulo 3

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Olimpia

Simplemente no puede leer nada


Cuándo era pequeña todos los maestros la regañaban por ser una distraída que nunca ponía atención durante las clases, así que llegar a la Universidad fue un logro gracias a los contactos de su padre, aunque a ella nunca le gustó el estudio, menos porque todo lo que intenta leer en la pizarra se mueve de extrañas maneras formando jeroglíficos que ni ella entiende, pero sabe, que esas extrañas figuras sólo ella las ve.

Sólo ella es la extraña.

Lo bueno es que su abuelo es su propio maestro, así que soltó un suspiro y recargó su barbilla en su mano cansada del día, está tan cansada porque por las noche nunca puede dormir, que solo cerró los ojos pensando que descansaría un momento, claro que no fue así, porque se levantó asustada al escuchar la fuerte carcajada de su abuelo.

— ¿Sabes que es malo dormirse durante las clases? — Dijo su abuelo metiendo todo su material dentro de su maletín — Claro que no puedo regañarte, eres mi nieta y tu padre hacía lo mismo — 

Olimpia se pasó las manos por el cabello, y estiró sus brazos tratando de alejar el sueño.

— Lo siento abuelo — Dijo con voz pastosa aún por el sueño — Últimamente no puedo dormir por las noches —

Su abuelo cerró la puerta cuándo todos los alumnos se fueron y comenzó a borrar las cosas que tenía escritas en la pizarra, ese viejo arqueólogo Inglés, es tan conocido en la universidad que ningún alumno se duerme en sus clases...sólo ella.

— ¿De fiesta por las noches, cariño? —

Olimpia negó con la cabeza, guardó sus libros y sus delicados instrumentos para limpiar piezas, se colgó su mochila al hombro y bajó las gradas para acercarse a su abuelo.

— Me gustaria ir de fiesta, pero me temo que no, yo veo cosas... no me he sentido bien — Dijo fingiendo una sonrisa mientras se sienta en la esquina del escritorio — ¿De qué se trato tú clase? ¿Otra vez de la aburrida historia de Cleopatra y sus amoríos? —

Su abuelo la miró de reojo y negó con la cabeza.

— Claro, pero Cleopatra no es aburrida ¿Qué no te he contado su historia cientos de veces? — Dijo al besarla suavemente en la frente antes de alejarse para seguir borrando la pizarra — Para mi, fue la mayor faraóna de Egipto —

Olimpia dejó sus cosas y con mucha energía se acercó hasta su abuelo, tomando las fotografías que siempre muestra de sus viajes.

— Ya se, hablaste otra vez de los tesoros de Egipto — Dijo casi con aburrimiento — ¿Pero ese tesoro tan importante que encontraste en Alejandría, de quien era? Son tantos faraones que ya no puedo entender nada, yo solo quiero ir, y comenzar a excavar tesoros —

Su abuelo la tomó por los hombros con suavidad.

— Para eso tienes que conocer la historia querida niña, tú madre sería perfecta contándotela —

Olimpia dio un gran mordisco a la manzana que llevaba oculta en su mochila y frunció el ceño.

— ¿Mamá? — Preguntó sin entender — Pero ella solo es buena asistiendo a fiestas con papá, no creo que sepa de historia, ya sabes... parece ser más una mujer política

Su abuelo soltó una carcajada, casi ahogándose de la risa, como si su comentario fuera tan chistoso.

— ¡¿Qué tu mamá no sabe de historia?! Oh mi niña, ella sería la maestra de todos los arqueólogos del mundo —

Erase Una Vez Alejandría Donde viven las historias. Descúbrelo ahora