Capítulo 21

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Christian

— ¿Que haces aquí? — El primer  ministro tiro de las sábanas con fuerza dejándolo al descubierto — Burlaste la seguridad de mi casa, hiciste un desastre, dejaste botellas de vino y estás en la cama de mi hija ¡Estás borracho! ¿Que demonios haces aquí? —

Christian abrió los ojos con fuerza sintiendo el dolor de la migraña al momento, se siente mareado y con ganas de vomitar y quizá apesta a borracho de la calle, pero se levantó al momento de la cama con la cara llena de vergüenza.

— Yo...yo — Trato avergonzado mientras busca su camisa por el piso de la habitación — Lo lamento muchísimo, pagaré por todos los daños, pero yo... yo creí  ver a Olimpia, lo juro, la vi

Él primer ministro frunció las cejas desconcertado y sus ojos se llenaron de furia, dejó las flores a un lado y habló con coraje.

— ¡¿Qué demonios estás diciendo?! — Gritó enfurecido mientras Christian se acomoda la ropa con rapidez — ¡Mi hija está muerta! Créeme tú no viste nada más que locuras de un hombre borracho

Christian se pasó las manos por el cabello con desesperación y porque el dolor de la migraña lo hace ver borroso

— Se lo juro ¡La Vi!

Él primer ministro, aquel hombre fuerte y de aspecto indomable, lo tomó de la camisa con brusquedad.

— Debería de partirte la cara, pero soy amigo de tu padre, pero si tú o su jodida madre se vuelven a acercan a mi casa o a la tumba de mi hija — Dijo acercando su rostro con peligro — ¡Los mataré, me escuchas! —

Christian asintio y cuándo lo soltó de la camisa, apenas y salió vivo de esa casa, por eso al subir a su carro saco volando todas las hojas secas del camino.

Llegó al palacio fuera de sí, aún con la adrenalina al 1000%, tomó una ducha, desayuno como normalmente lo hacía con su familia, incluso sonrió un poco, tiró sus botellas de alcohol, se rasuro, peino su cabello y se fue a la biblioteca cómo un caballero renovado.

Tomó tazas y tazas de café mientras la biblioteca se queda vacía poco a poco y sus pasillos se oscurecen cuando el sol se esconde y la lunes reluce.

Sólo lo dejan estar tan noche en la biblioteca porque es el hijo del rey, pero la bibliotecaria lo fulmina con la mirada cada vez que puede.

Sin embargo, Christian le guiño el ojo haciéndola sonrojar, cómo un buen conquistador.

Tomó el cuarto café que le dejo su guardia antes de irse al palacio de nuevo y abrió aquel pesado libro sin miendo a quedarse solo mientras lee lentamente viejas  historias de Egipto.

— Todo lo que dicen de mi en esos libros es mentira, soy el  personaje histórico al que más envidian — Dijo una voz femenina a su lado, con cierto tono de molestia — ¿Pero que envidian de mi, mi riqueza o mi trágica vida? Tantos mentirosos, ¡Mierdas! —

Christian llenó de terror al pensarse solo hasta derramó la taza de café sobre los libros, tomó una amplia respiración y se digno a mirar a esa mujer a su lado.

— Intento decir pero aquella mujer le cubrió la boca con una de sus manos y con la otra puso una daga en su cuello.

— Silenció o te cortaré el cuello y disfrutaré al ver cómo la sangre se esparse por el suelo, pero no  quiero hacerlo porqué eres demasiado hermoso — Cleopatra sonrió mientras le acaricia la mejilla con lentitud — Shhh, inglés, yo también caí con ustedes en el bucle del tipo, fui yo quien encontró el cuerpo de Olimpia, pero tuve que esconderme como si fuera una maldita rata, no puedo acercarme, no pude ver por última vez a mi hija y su papá me quiere muerta y creo que a ti también —

Erase Una Vez Alejandría Where stories live. Discover now