EPÍLOGO

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Lewis 

El sonido de su dulce e inocente voz retumba por mi cabeza despertado todos y cada uno de los sentimientos que creía haber escondido bajo mi coraza de hierro. Al principio me parecía de lo más molesta, una chica como tantas otras, alguien que se creía especial siendo común, otra de las muchas mujeres preciosas en Bialya... Sin embargo, a los pocos días, me encontraba buscando esos ojos color verde esmeralda por el pasillo, captando su atención de cualquier forma, adentrándome en sus más profundos pensamientos y, sobre todo, alejándola de ese vampiro imbécil que solo le hacía daño. 

Los guardias me tienen agarrado de pies y manos, ni siquiera me molesto en forcejear para intentar liberarme, es inútil, todos lo sabemos. Han sido tantas las veces que me he visto en esta situación, que podría decirse que esto ya se ha convertido en una rutina para mí: escapar, que me capturen los guardias, castigos, pruebas y, de vuelta a Bialya o a La Liga, donde les vaya mejor. 

Se suponía que este año tenía que ser diferente, me dijeron que me enviarían lejos para que pudiera entrenarme y, demostrarles de una vez por todas a esos estúpidos, que yo soy el mejor y el único capaz de sacarlos del desastre en el que se han metido. Pero, tuvo que aparecer ella, esa niña pesada y cabezota, que no puedo sacarme de la cabeza. Sus inusuales poderes y su similitud con el Descendiente de los Silks, obligaron al consejo a devolverme a Bialya en busca de respuestas. 

Y, joder, nunca nadie me había dado una misión tan difícil. 

Al principio, lo único que quería era sacarle la máxima información posible para poder irme de aquí, pero al avanzar las semanas, la idea de separarme de ella empezó a carcomerme por dentro, hasta volverme completamente loco. ¿A quién cojones se le ocurre escapar con un localizador en la espalda? 

A ti, genio. 

No estoy seguro de qué es, pero hay algo en esa chica de pelo alborotado del mismo color que el fuego y de ojos verdes, de un precioso color esmeralda que se oscurece cuando se enfada, que me impide estar lejos. Me he acostumbrado a vivir a través de sus ojos, a oír sus horribles pesadillas y a entender sus sentimientos. Poco a poco, no he podido evitar encariñarme con ella de tal forma que el pensamiento de que alguien pueda hacerle daño me mata por dentro. 

Así que, a medida que transcurrieron los días, dejé de darle información al Consejo o me la inventaba, porque no me daba la gana de que ellos supieran los secretos que solo yo sabía. Sus Secretos. Sé que, lentamente, me he ido adentrando en su corazón, al igual que ella en el mío, aunque eso ella no lo sepa. Y nunca lo va a saber. 

Los guardias tiran de mí por los limpios pasillos de paredes blancas que tantas otras veces he recorrido. Me hace gracia que piensen que no sé hacia dónde vamos, por favor, he estado aquí miles de veces, podría hacer de puto guía si quisiera. 

- Me gusta el nuevo corte de pelo, Igor. - suelto en cuanto uno de los guardias se quita el casco para acercar sus ojos en la cerradura de una puerta que se abre al reconocerlo. 

- Cállate. - ordena su compañero antes de apuntarme con su pistola en la cabeza. 

- Alguien se ha levantado de mal humor... 

- ¡He dicho que te calles, pedazo de mierda! - vuelve a gritar pegándome en la cara con la carcasa de la pistola. 

- ¡Tihe! - grita Igor empujándole. - ¿Qué haces? 

- Mátame si te atreves. - murmuro juntando mi frente a la suya para provocarle. 

Él tiene las manos empuñadas con tal fuerza que sus nudillos se tiñen de blanco, pero eso no impide que siga provocándole como me sale de los huevos. Al fin y al cabo, ambos sabemos quién manda aquí. 

- ¿Tienes miedo Tihe? - pregunto con una sonrisa haciendo que mis ojos cambien de color. - No puedes matarme. 

- Cállate y camina. - ordena Igor después de darme una colleja que no sirve de mucho. 

Por fin llegamos a una sala, también blanca y aburrida, con una gran mesa de cristal en el centro. Esperamos más de diez minutos en silencio, como siempre, hasta que la puerta de la parte trasera de la habitación se abre y ella aparece, vestida con ese mierdoso color rojo carmín que me da ganas de vomitar. 

- Hola, Lewis. – dice antes de cogerme de la cara para obligarme a mirarle a esos asquerosos ojos. - Pensaba que teníamos un trato. 

- ¿A caso no lo he cumplido? Te di toda la información que necesitabas. - contesto antes de intentar desprenderme de su agarre, lo que únicamente consigue que me clave sus largas uñas rojas en las mejillas. 

- ¿De verdad? Pues me parece que se te olvidó el detalle de que tenían pensado escapar hoy, con ayuda del exterior. 

- Ups. - murmuro poniendo los ojos en blanco y provocando que ella me clave una fuerte bofetada. 

Sin embargo, no tarda ni dos segundos en recuperar la compostura, plancharse el vestido con las manos y peinarse tomándose su tiempo. Cuando se da la vuelta, una cegadora sonrisa malévola me da la bienvenida. 

Mierda. 

– Ha sido por ella, ¿verdad? – pregunta volviéndome a coger de las mejillas que ahora están llenas de sangre por sus heridas. - Que iluso... Sabías que podíamos rastrearte, así que te has sacrificado por ella, ¿no? 

- Si quisiera algo con ella, nunca te habría contado cómo hacerle daño, ¿no crees? - contesto aunque ella me ignora ampliando su sonrisa. 

- La superheroína y el villano, un clásico. - dice antes de volver a darme una bofetada. - Aunque, esto no es un libro, ¿crees que va a poder perdonar todo lo que le has hecho? 

- Yo nunca pido perdón. 

- Tampoco te sacrificabas por nadie y aquí estás. - responde dándome otra bofetada mucho más fuerte. - Eso es lo que pasa cuando empiezas a tener sentimientos por el objetivo. Que te vuelves imbécil. 

- Yo no tengo de esa mierda. 

- No te molestes en fingirlo... - empieza a decir con el ceño ligeramente fruncido. – Las madres sabemos esa clase de cosas.

LOS SECRETOS DE BIALYA #1Où les histoires vivent. Découvrez maintenant