CAPÍTULO 4: Juntas

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Me despierto en la enfermería. Las paredes son grisáceas y tristes, las camas son de un color amarillento, seguramente por la cantidad de veces que las han lavado y las luces parpadean de una forma molesta. Parece que no hay nadie, el silencio inunda la habitación dándome una cierta sensación de paz. Hasta que le veo. Un chico con los ojos cristalinos y la piel pálida me observa con una sonrisa.

- Vaya siesta te has metido, parecía que no habías dormido en una semana. - me dice igual de sonriente. Me levanto rápidamente y me toco el pelo para estar medianamente presentable. Él lo nota y esboza una pequeña sonrisa de lado.

- Lo siento, nadie me ha despertado. - contesto secamente. Estoy a punto de levantarme del todo de la cama, cuando veo que solo llevo puesta una camiseta interior que no tapa mis gruesos muslos. - ¿Qué ha pasado? - pregunto mientras me tapo con la manta hasta el cuello.

- Te has peleado con un grupo de chicos y de repente, los has mandado a todos a tomar por culo. Luego, te has empezado a tambalear y yo, tu príncipe azul, te he salvado y te he llevado a la enfermería. - dice con una sonrisa arrogante antes de pasarse la mano por su pelo oscuro.

- ¿Dónde está mi ropa? Es mejor que vuelva ya. - contesto intentando evitar que el color rojo suba a mis mejillas. 

- Mejor que no lo hagas. Esos chicos te están buscando como locos. Antes han intentado entrar, pero Clyn los ha detenido. Las enfermeras han puesto tu ropa a lavar y tienes ropa limpia en el armario del fondo. -

- Gracias por todo lo que has hecho, de verdad, pero ya puedes irte. - añado intentado no mirarle a esos perfectos ojos cristalinos que me hipnotizan.

- Bueno, he recibido órdenes estrictas de cuidarte hasta que salgas, así que, es mi deber quedarme. - contesta con una sonrisa pícara mientras se pone la mano en el pecho como si de un soldado se tratase. 

- No eres mi madre, no necesito que me cuides. Ahora, vete. - esta vez he sonado mucho más agresiva que antes. No sé lo que me pasa últimamente, pero siempre estoy a la defensiva. Que digo últimamente, siempre lo he sido, menos con Hugo, claro.

- Lo siento, pero no va a poder ser. - rechista antes de levantarse para buscar un mono azul del armario del fondo. - No soy tu madre, eso está claro, pero en este sitio siempre necesitas una mano de la que tirar. Y, tú, eres a partir de ahora, mi obra de caridad. -

- Yo no soy una obra de caridad porque no necesito la ayuda de nadie. Mejor sola que mal acompañada, ¿no te suena? -

- Eres una cría, sería muy cruel dejarte aquí sola. Y, para tu información, yo nunca soy mala compañía para nadie. - dice lanzándome el mono antes de sonreír mostrándome sus perfectos dientes blancos. 

- Eso ya lo veremos... - murmuro desdoblando el mono de mala gana. - Vete para que pueda vestirme. - digo con una sonrisa. Él asiente y se levanta. - Por cierto, gracias. - 

- Estamos en paz, mi princesa. - grita teatralmente. Antes de cerrar la puerta, se gira y me guiña el ojo mientras me sonríe. 

Clyn tenía razón, es muy atractivo, tiene el pelo oscuro, no muy largo, pero lo suficiente para que tenga que recolocarlo cada dos por tres. Sus preciosos ojos claros y su boca rosada destacan ante todo lo demás. Tiene un cuerpo musculado y es muy alto, casi no cabe por la pequeña puerta de la enfermería. Pero, a pesar de todo eso, no me gusta. No. Me. Gusta. 

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Al llegar a la celda todas me miran seriamente.

- ¿Estás loca? Como se te ocurre pelearte con cuatro hombres que son el doble que tú en todos los aspectos. - grita Ale desesperada.

LOS SECRETOS DE BIALYA #1Where stories live. Discover now