CAPÍTULO 20: Que empiece la fiesta

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El ruido del comedor resuena por el foso llamando la atención de todos esos que no han sido invitados a la gran fiesta en honor a Tern. Al llegar, un fuerte olor a alcohol y marihuana me da la bienvenida, al igual que las decenas de prisioneros que se acumulan en la parte central de la sala, que ha quedado libre de mesas y sillas. 

El suelo está lleno de vidrios, probablemente provenientes de las botellas de alcohol que han sido infiltradas sin el supuesto consentimiento del Consejo. Algunos de los prisioneros, posiblemente los más borrachos, bailan aunque no hay música para seguir. Otros, se amontonan sobre una gran mesa llena de comida, droga y alcohol, que está a punto de caerse por todo el peso que lleva encima. 

En el momento en que nos adentramos al comedor, todas las miradas se centran en nosotros repasando nuestros cuerpos de arriba a abajo incrédulos, creando un silencio incómodo que no tarda en romperse por los miles de cuchicheos que inundan la sala. 

Lewis me rodea el cuello con el brazo guiándome a través de los distintos grupos de gente, que no duda en lanzarnos miradas asesinas, aunque estas parecen estar únicamente dedicadas a mi acompañante. Sin embargo, él se limita a sonreír como si no se diera cuenta de nada, lo que hace que los ánimos en el comedor empeoren. 

- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Quieres que te maten? - susurra el chico que se encuentra sirviendo vasos llenos de una substancia transparente que me recuerda a alcohol. 

- ¿La carta de vinos, señor? - espeta Lewis sin molestarse en mirarle a los ojos.

No me había dado cuenta hasta ahora de lo frío que puede llegar a ser con la gente, y no solo por sus palabras hirientes y sarcásticas, sino también por su aspecto. Por algún motivo, esos ojos café que, hasta el momento, me habían parecido cálidos y confortantes, se endurecen haciendo que su mirada se convierta en un arma letal capaz de matarte por su indiferencia. 

- Tío, ¿qué querías que hiciera? No soy como tú, no puedo permitirme tener enemigos en cada puta esquina. - susurra el chico exasperado, derramando un vaso entero de alcohol mezclado con una especie de zumo de naranja. 

- No necesitas hacer de camarero, puedo protegerte. 

- No quiero tu protección, Lewis. - contesta en un tono demasiado cortante como para tratarse de una conversación casual entre dos amigos. 

Las miradas que comparten, las palabras que se dedican, los gestos que hacen... me indican que, entre ellos, hay una historia mucho más profunda que la de dos simples compañeros de cárcel que parecen caerse más o menos bien. 

- Isa, este es Owen. - dice Lewis interrumpiendo mis pensamientos. - Owen, esta es...

- Ya sé quién es. - interrumpe dedicándole una mirada acusadora a su amigo que levanta mis sospechas. - Ten, lo vas a necesitar. - dice, después de unos segundos de silencio tenso, alargándome un vaso lleno hasta arriba de una mezcla de color azul. 

- Ya nos veremos. - concluye Lewis rodeándome la cintura con el brazo y alejándome de ahí. 

No obstante, antes de que podamos separarnos por completo de la mesa, Owen le agarra del brazo acercándolo hacia él para susurrarle algo al oído que no consigo entender. Lo que sí que comprendo a la perfección es que, sea lo que sea, tiene alguna relación conmigo, ya que mientras se lo dice, no separa los ojos de los míos. 

- ¿Qué ha sido eso? - pregunto en cuánto Lewis vuelve a mi lado, aunque esta vez no me coge de la cintura, es más, ni siquiera se molesta en mirarme. 

- Owen es un tío bastante peculiar. - dice dando por terminada la conversación. - Tengo que irme, ahora vengo. 

Antes de que pueda decir algo más, Lewis desaparece dejándome sola entre decenas de personas a las que no recuerdo haber visto. Durante unos segundos, me limito a observar la extraña mezcla de color azul que llena mi vaso y, sin saber por qué, a medida que avanza el tiempo, se me hace más apetitosa. 

LOS SECRETOS DE BIALYA #1Where stories live. Discover now