LOS SECRETOS DE BIALYA #1

CAPÍTULO 3: Perder el control

Emprendemos el camino de vuelta a la cárcel y nos juntamos con los otros equipos. Crystal corre a buscar a Mason, su hermano, que está vivo junto al amigo contra el que luchó, que lo ayuda a caminar, aunque él también está herido. 

- No es nada feo, eh... - oigo que alguien me susurra en el oído. Al girarme veo a Clyn que me guiña un ojo mientras se ríe y me da pequeños codazos. 

- No es mi tipo. - suelto alejándome de ella para que no vea lo roja que me he puesto. 

Mentira, claro que es tu tipo. Es el tipo de cualquier persona que tenga gusto. Es muy alto, me saca unas dos cabezas, tiene la piel extremadamente pálida, lo que se contrasta con su oscuro pelo de color azabache que está desordenadamente peinado. Pero lo que de verdad llama mi atención son sus ojos, de un azul casi cristalino que consigue atrapar a cualquiera. 

- Es el hermano de Crystal, debe de tener tu edad. El otro es Lakay, he escuchado que los han salvado a los dos después de tu escena. Suerte que había muchas vacantes y un equipo ha decidido escogerlos a los dos. Todo solucionado. 

- No me interesa saber nada de ellos. 

- Ya... A ti lo que te interesa es meterte en su cama. 

- ¡Cállate! - grito roja como un tomate mientras ella se ríe como si hubiera dicho lo más normal del mundo. 

- Venga, vamos a comer antes de que se termine la comida. - bromea mientras me coge de la mano y me lleva con las demás que están al principio de la multitud. 

Pasamos por diversos pasillos de paredes grisáceas que parecen idénticamente iguales. De vez en cuando veo una ventana por la que se puede admirar el paisaje: un patio enorme y lleno de vegetación que termina con un enorme muro de color gris. La estructura del edificio es asombrosa: todo está construido alrededor de un pozo que parece no tener fin. Detrás de la barandilla que separa a los prisioneros que caminan por el pasillo del pozo, están las celdas una junto a otra, parecen ser bastante amplias y, en su interior, hay cuatro literas, una en cada esquina de la habitación. Mirando alrededor, encuentro un par de cámaras en cada esquina, nos están observando. Por fin llegamos a un inmenso comedor lleno de mesas donde la gente empieza a sentarse. Nosotras nos sentamos en una mesa situada en una esquina, donde el ruido no es tan fuerte y, por lo tanto, somos capaces de escucharnos con claridad y de hablar lo suficientemente bajo para que no nos escuchen las demás mesas.

- He visto a los otros equipos y son muy fuertes. El grupo de Sashira ha conseguido una Junix. Este año la competencia está reñida. - comenta Ale.

- Ya empezamos, podemos parar de hablar de otros equipos. A mí no me interesa, tenemos que confiar en nuestras posibilidades. - contesta Duna sonriente antes de meterse un trozo entero de carne en la boca.

- Así me gusta, ¿alguna de vosotras ha visto a Scott? Llevo buscándolo todo el día. - pregunta Clyn mirando en todas direcciones.

- Eres una pesada, ¿Cuándo vas a darte cuenta de que para lo único que te quiere él es para hacerle los trabajos sucios?  - suelta Crystal poniendo los ojos en blanco.

-Te recuerdo que tú con Cynthia hacías lo mismo y nadie te decía nada. Así que hazme un favor y cállate, ni que sea solo por una vez en tu vida.

- ¡Mira! Allí está tu príncipe azul. - grita Crystal señalando a un chico muy alto y musculado que se encuentra rodeado de gente. 

Tiene los ojos rojos y la piel ligeramente morena, la verdad es que es muy guapo. 

Cuando Clyn lo ve, le desaparece la sonrisa de la cara, ya que su brazo rodea la cintura de otra chica. Ella tiene la piel naranja y el pelo oscuro hasta los pies, lo que hace que parezca mucho más alta. El mono le queda perfectamente ajustado a su delgada figura y, de su cuello, cuelgan varios collares con gemas de distintas tonalidades de naranja. Antes de que pueda reaccionar, Clyn se levanta y empieza a caminar con paso firme hasta la mesa rodeada por unos veinte hombres que ríen y brindan como si estuvieran de fiesta.